Hay personas expertas en cazar a aquellas en un momento psicológico bajo para atraparlas en sus redes e ir alimentándose de ellas (lo hacen los médicos). Verter miedo (engañar) es uno de los recursos más certeros y los fármacos que en vez de sanar empeoran la salud es otro. Y esta película supone una brillante alegoría sobre todo esto y su desagradable así como estilosa y detallada puesta en escena es otro gran punto a favor. Película extraña, indigesta, pero en cierto modo atractiva. Obviamente imperfecta e irregular (no es concreta y a ratos resulta absurda, además hay minutos en los que la atmósfera parece jugar un papel más importante que el propio desarrollo del argumento), el gran Jason Isaacs (el inefable Lucius Malfoy) impera de un modo maravilloso en su papel de falso sanador de siniestra aura, con prácticas revolucionarias, pero de buen porte y respetado por la opinión pública. La película rechaza los límites establecidos pero no del todo definidos y concretados del cine comercial, y sin pretender ser una burda provocación sin sentido se esfuerza en desarrollar un argumento de intriga, y ya solo por eso, aunque el resultado le haya podido no terminar de gustar a uno del todo opino que a esta obra no se le puede negar el respeto.