No es una película que trata sobre los crímenes que cometió Ted Bundy sino de como repercutió la investigación, el encarcelamiento y los juicios tanto en él como en su entorno. Se muestra que su pareja fue la que más sufrió porque se resignaba a aceptar la realidad de que el hombre al que quería era un sádico depredador, aunque ella misma lo empezó a intuir más pronto que nadie. La ceguera a la que se somete a sí misma es una de las claves de un filme, que pese a la buena interpretación de Zac Efron se ve un tanto tedioso y estirado. La recreación dista mucho de ser apasionante, pues la mayor parte del metraje es una narración rutinaria y aséptica que solo consigue provocar algún sentimiento intenso al espectador en muy pocos momentos; yo rescataría el principio por la sutileza empleada, evitando un arranque que mostrara directamente a un tipo abriendo cabezas con un bate y dejase todo dicho, y el final por el consabido subidón emocional que supone observar y reflexionar acerca de las circunstancias que marcaron la vida de este hombre con la perspectiva de su inminente desaparición de la Tierra como último párrafo y colofón de una existencia monstruosa.