Kentucky, 1963. 50 años después sigue existiendo el mismo tabú y es el argumento de una historia en vez del de una película: la historia estadounidense.
En el cine romántico convencional suele haber una separación representada por la familia impuesta por la clase social que divide a los dos amantes o una barrera física de miles de kilómetros.
La pincelada dramática de ‘Brokeback Mountain’ es que ambos protagonistas se enfrentan a todo un país, su sociedad y mentalidad, un hecho abstracto, por aceptar su propia naturaleza. "Aquí no llevamos las riendas" afirma apesadumbrado el personaje de Ledger, la pureza y castidad presente en el blanco de la vivienda de los religiosos padres de Gyllenhaal es otra muestra de a lo que se enfrentan.
El propio director (el doblemente oscarizado Ang Lee) los castiga simbólicamente la primera vez que mantienen relaciones sexuales y sucumben a su primitivismo hallando a la mañana siguiente una oveja muerta víctima de su “pecado” ignominioso.
Lo suyo no es una infidelidad "de salón", la montaña es su habitación de hotel con reserva a nombre de un personaje ficticio, dónde pueden ser quien son en realidad.