Son 62 episodios de fantásticas y crudas escenas sobre el mundo de las drogas y las secuelas imborrables que deja en las personas. Dirigida de forma única y con planos hermosos y llenos de dinamismo. Vince Gilligan creador de la serie, nos introduce en cada capitulo en las caóticas y ambiciosas vidas de Walter White y Jesse Pinkman.
Ni que hablar de las interpretaciones de Cranston y Paul; soberbias, entrañables e impactantes. Sin embargo, para mi es Bryan Cranston el alma de la serie, el que debe llevar todo el peso del personaje; al que empiezas apoyando, por ser un padre de familia preocupado por el bienestar de la familia y por ser un enfermo de cáncer, y en la parte final de la serie, al que puedes terminar odiando y detestando por todas las atrocidades que cometió.
La dualidad entre Walter White: típico profesor de química y padre de familia y Heisenberg: un criminal sin escrúpulos, genio de la metanfetamina y alguien que consigue lo que quiere sin importar el daño que deba causar. Cranston nos maravilla con ambas actuaciones (Heisenberg en verdad me asustaba), y las dos las desempeña con tal brillantez, que roza la perfección.
Crédito aparte:
Dean Norris, Betsy Brandt, Anna Gunn y RJ Mitte. Abordan los personajes de la mejor manera, cada uno con su singular estilo.