Siempre podemos recurrir al sabio refranero popular para encontrar perlas que describen con toda naturalidad los hechos de la vida, desde los más duros a los más intrascendentes, y he aquí que este que titula mi crítica viene que ni pintado.

Así, me pregunto por qué querrá la malvada Lamia matar a una estrella reluciente para rejuvenecer si sigue siendo la más guapa entre las guapas. Michelle Pfeiffer sí que brilla por delante de la mismísima Sienna Miller o la protagonista, la anteriormente conocida como Julieta, Claire Danes. Ni los años importan, cuando se tiene ese poder en la mirada, ese rostro lleno de finos ángulos y una boca de labios irresistibles. Cuarenta y nueve bellísimos años contaba en «Stardust», y nadie le hace sombra. Eso sí es magia.

Además, hasta su personaje se roba la película, ya que, no sólo nos brinda los momentos más divertidos, sino que lleva un look de Majestad tenebrosa impecable. Del resto, nunca a su altura, destacaría a la familia de príncipes, con auténtica sangre azul y con un sentido fraternal muy raro; y, cómo no, el travestismo de un Robert De Niro que no te imaginas en ese papel. Los protagonistas son, por desgracia, meros comparsas de los grandes que les rodea, aunque destacaría la llamativa, chulesca y simplona evolución psicológica de un Tristán con cero carisma.

Podría haber dado mucho más de sí, pero lo cierto es que resulta entretenida y el reparto es demasiado solvente como para hacerla a un lado. Hasta sale Peter O’Toole. Qué más se va a pedir.