Con Douglas Sirk como director de la película, ya nos podemos hacer una idea del melodrama que nos vamos a encontrar. Sin embargo, ser melodramático no tiene por qué ser malo, esto quiero dejarlo claro porque quizás usamos, y me incluyo, el término de manera despectiva con demasiada frecuencia.

Un soldado alemán vuelve de permiso a su pueblo natal para encontrarlo destruido y, ente las ruinas, enamorarse. En principio todo esto puede ser muy bonito y sensible, pero es que hay algo que hay que saber cómo manejar: el romance. Yo esta historia de amor me cuesta creérmela, no sé, es tan repentina. Se supone que es la intensidad del momento, el vivir al límite, lo que acelera la pasión amorosa pero esto también hay que saber transmitirlo, y por lo que aquí vemos simplemente se enamoran porque tienen que enamorarse según el guion. Los sucesos que van ocurriendo en la historia apenas aportan nada, todo es demasiado suavecito y ligero y no se consigue el dramatismo amoroso y humano que pretende.

Aun así, podría haberse quedado todo en correcto si no estuviera ese final... Es que ese final me ha matado. ¿La guerra nos inhumaniza? Bueno, pero hay que saber también cuándo mostrar piedad, cuándo ser conscientes de la realidad de la vida, del peligro, y cuando no ser un bobo ingenuo, que es como se comporta el protagonista.

Creo que ya he tenido suficientes película bélicas por un tiempo.