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Voto de Martin Scorsese:
8
7,3
31.160
Thriller. Intriga. Drama
Manuel (Antonio de la Torre), un influyente vicesecretario autonómico que lo tiene todo a favor para dar el salto a la política nacional, observa cómo su perfecta vida se desmorona a partir de unas filtraciones que le implican en una trama de corrupción junto a Paco, uno de sus mejores amigos. Mientras los medios de comunicación empiezan a hacerse eco de las dimensiones del escándalo, el partido cierra filas y únicamente Paco sale ... [+]
30 de octubre de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Manuel, interpretado por Antonio de la Torre, es el retrato de un político cualquiera, al que la vida le sonríe: un buen puesto en su partido, con amigos influyentes y una vida familiar acomodada con su mujer y su hija, hasta que una serie de filtraciones le salpican directamente, a él y a un compañero de partido, como culpables de una trama de corrupción.
A partir de este momento todos sus compañeros cargan contra él, utilizándolo como cabeza de turco ante los medios audiovisuales, y de esta forma lavarse las manos. Los que parecían sus amigos ya no lo son tanto, no quieren verse relacionados con el escándalo, y Manuel es apartado del partido.
Hasta aquí, la trama puede resultarnos familiar, es el pan de cada día en las noticias actuales, pero, lejos de resignarse, Manuel se resiste a callarse y cargar él con toda la culpa. Hará todo lo posible por inculpar a sus ex compañeros de partido, sin otro afán que el de destapar una trama organizada de corrupción que, como se suele decirse, no está formada por manzanas podridas, sino por una maquinaria perfectamente engrasada, con una escala piramidal, de la que todo el partido estaba al tanto, y se llevaba su pellizco al bolsillo.
El filme, que destaca sobre todo en su aspecto visual, pretende hacer reflexionar al espectador, más que sobre quienes nos gobiernan, sobre cómo es la mentalidad humana: la avaricia, la ambición y el egoísmo parecen ser los motores que mueven a los personajes de la película.
Si estuvieses en el lugar de estos políticos, ¿Harías lo mismo?, ¿Alzarías la voz contra todo un organismo, a riesgo de quedarte sin carrera profesional? O, ¿quizás harías la vista gorda y pondrías la mano como el resto? Son preguntas morales, que el protagonista ni se plantea a lo largo de su vida, quizás, la mayor reflexión de la película es: Al estar metido en esa rueda, un acontecimiento te lleva a otro, no te paras a pensar y haces de lo inmoral, e incluso lo ilegal, lo cotidiano.
El director, Rodrigo Sorogoyen, es una de las perlas del cine español, demuestra que tiene potencial para hacer lo que quiera. Ya en su anterior película, “Que Dios nos perdone “, nos da muestras de su sello de identidad, pero en “El Reino” lo acentúa más si cabe.
Desde la primera escena, con ese plano secuencia siguiendo al protagonista desde su espalda, emulando los grandes planos secuencia de Martin Scorsese (me recuerda mucho al plano secuencia de Ray Liotta en “Uno de los nuestros”, entrando en el Copacabana), e incluso a los inicios de Paul Thomas Anderson, Sorogoyen da muestras de su eléctrica forma de rodar.
Utiliza continuamente el recurso del plano secuencia con la steady-cam, como un utensilio para sumergir al espectador en el sórdido ambiente.
A partir de este momento todos sus compañeros cargan contra él, utilizándolo como cabeza de turco ante los medios audiovisuales, y de esta forma lavarse las manos. Los que parecían sus amigos ya no lo son tanto, no quieren verse relacionados con el escándalo, y Manuel es apartado del partido.
Hasta aquí, la trama puede resultarnos familiar, es el pan de cada día en las noticias actuales, pero, lejos de resignarse, Manuel se resiste a callarse y cargar él con toda la culpa. Hará todo lo posible por inculpar a sus ex compañeros de partido, sin otro afán que el de destapar una trama organizada de corrupción que, como se suele decirse, no está formada por manzanas podridas, sino por una maquinaria perfectamente engrasada, con una escala piramidal, de la que todo el partido estaba al tanto, y se llevaba su pellizco al bolsillo.
El filme, que destaca sobre todo en su aspecto visual, pretende hacer reflexionar al espectador, más que sobre quienes nos gobiernan, sobre cómo es la mentalidad humana: la avaricia, la ambición y el egoísmo parecen ser los motores que mueven a los personajes de la película.
Si estuvieses en el lugar de estos políticos, ¿Harías lo mismo?, ¿Alzarías la voz contra todo un organismo, a riesgo de quedarte sin carrera profesional? O, ¿quizás harías la vista gorda y pondrías la mano como el resto? Son preguntas morales, que el protagonista ni se plantea a lo largo de su vida, quizás, la mayor reflexión de la película es: Al estar metido en esa rueda, un acontecimiento te lleva a otro, no te paras a pensar y haces de lo inmoral, e incluso lo ilegal, lo cotidiano.
El director, Rodrigo Sorogoyen, es una de las perlas del cine español, demuestra que tiene potencial para hacer lo que quiera. Ya en su anterior película, “Que Dios nos perdone “, nos da muestras de su sello de identidad, pero en “El Reino” lo acentúa más si cabe.
Desde la primera escena, con ese plano secuencia siguiendo al protagonista desde su espalda, emulando los grandes planos secuencia de Martin Scorsese (me recuerda mucho al plano secuencia de Ray Liotta en “Uno de los nuestros”, entrando en el Copacabana), e incluso a los inicios de Paul Thomas Anderson, Sorogoyen da muestras de su eléctrica forma de rodar.
Utiliza continuamente el recurso del plano secuencia con la steady-cam, como un utensilio para sumergir al espectador en el sórdido ambiente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Mención aparte la escena en la que el personaje de Antonio de la Torre entra en casa de uno de sus excompañeros para llevarse información que incrimine a todos los miembros del partido, en ella, se encuentra la hija de éste, menor de edad, dando una fiesta. 15 minutos de escena con un dinamismo hipnótico, montados de tal forma que parece estar rodada sin un solo corte. En esta escena Antonio de la Torre muestra el punto de no retorno de su personaje, a partir de ahí, llevado por la desesperación, estará dispuesto a hacer lo que sea por llevarse a todos por delante.
El ya consagrado Antonio de la Torre (“Que Dios nos perdone”, “La isla mínima”, “Grupo 7”); hace méritos para el Goya, en una interpretación de un personaje con el que no empatizas por su forma de ser, pero que te atrapa por la aparente seguridad en sí mismo que tiene, un nerviosismo levemente contenido, para acabar soltando toda la rabia en unos treinta minutos finales trepidantes.
La banda sonora acompaña de forma casi perfecta el ritmo de la película, con un tono agobiante que sigue en todo momento los pasos del protagonista.
En mi opinión, se trata de película notable, por momento sobresaliente; si hay que ponerle algún pero, no me termina de convencer la escena final, con la conversación entre Manuel y la reportera en el programa en directo. Algo perdonable, por regalarnos unos minutos que le preceden para el recuerdo.
El ya consagrado Antonio de la Torre (“Que Dios nos perdone”, “La isla mínima”, “Grupo 7”); hace méritos para el Goya, en una interpretación de un personaje con el que no empatizas por su forma de ser, pero que te atrapa por la aparente seguridad en sí mismo que tiene, un nerviosismo levemente contenido, para acabar soltando toda la rabia en unos treinta minutos finales trepidantes.
La banda sonora acompaña de forma casi perfecta el ritmo de la película, con un tono agobiante que sigue en todo momento los pasos del protagonista.
En mi opinión, se trata de película notable, por momento sobresaliente; si hay que ponerle algún pero, no me termina de convencer la escena final, con la conversación entre Manuel y la reportera en el programa en directo. Algo perdonable, por regalarnos unos minutos que le preceden para el recuerdo.