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Voto de Ferdydurke:
3
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5,6
1.726
Drama
Dinamarca, años 70. Un matrimonio decide convertir su casa en una comuna. La pareja descubrirá así las peculiaridades de la vida colectiva. (FILMAFFINITY)
4 de enero de 2017
14 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paraíso
Años setenta. El jipismo todavía no ha muerto del todo.
La casa es muy grande y estamos muy solos. ¿Qué te parece si llamamos a unos amigos y montamos una comuna? No sé yo. Venga, va. Vale, vamos que nos vamos. Jajaja y jijiji. Todo es felicidad, cervezas y camaradería humana. Casi ninguno tiene dinero, pero todo nos da igual. Vivimos en paz, nos bañamos desnudos, nos queremos como hermanos y compartimos lo más grande.
Años setenta. El jipismo todavía no ha muerto del todo.
La casa es muy grande y estamos muy solos. ¿Qué te parece si llamamos a unos amigos y montamos una comuna? No sé yo. Venga, va. Vale, vamos que nos vamos. Jajaja y jijiji. Todo es felicidad, cervezas y camaradería humana. Casi ninguno tiene dinero, pero todo nos da igual. Vivimos en paz, nos bañamos desnudos, nos queremos como hermanos y compartimos lo más grande.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Perdido
Aparece la otra (como en bolero). El protagonista tan egoísta (eso parece) comió de la manzana prohibida del pecado nefando del adulterio y todo se fue al garete (es una película muy puritana y pacata en el fondo, a pesar de su apariencia libertaria, o con más motivo por eso. Parece sermón más que fiesta, anatema más que compañía, admonición y no bacanal, sentencia moral en lugar de sana ambigüedad. Mucho más fría y apolínea que libérrima o dionisíaca. Mucho más conservadora y reaccionaria que audaz y revulsiva). Los compays no la querían acoger en su casa a la nueva, pero el jefe de todo esto (qué malo el cabrón) les dijo que esas eran sus reglas y que si a alguien no le gustaban que se fuera, que era su casa y él, como el rey lagarto, yo parto y reparto. La buena esposa, tan generosa como el sol, se marchita a pasos agigantados, a velocidad supersónica y casi que enloquece la pobre, santa, la bendita. Más o menos.
¿Recobrado?
Al final muere el niño y todo se acaba. No había sido para tanto. Sus dos mujeres (esposa e hija) se le van y él se queda con la querida y la comuna. Vale.
¿Análisis?
La etapa de la felicidad es una tontería, pero se ve bien. Hay buena fotografía y tiene cierta gracia. El problema es que sabes que eso no va a durar mucho (¿Previsible? Sí). Te preguntas por el cómo, qué pasará para que la cosa se torne oscura y pecadora. Y ese cómo está contado con una inmensa y grosera torpeza, en forma de cutre psicodrama lleno de primeros y largos planos que tratan al espectador como si fuera un borrego. Histerismo y mucho disparate. Momentos gruesos y bastante insoportables por obvios (en malas intenciones) e inverosímiles (teniendo en cuenta lo planteado).
Otro problema es lo poco que está explicado el mundo comuna. Se relega ese microcosmos en favor del lío marital, craso error ya que todos esos personajes se quedan varados, agonizando entre en el tópico y la tontada. Para acabar contando la historia familiar, el grupo, no más que tristes convidados de piedra, casi no nos hacía ninguna falta.
El recurso del niño es facilón y forzado. La historia de la hija adolescente, demasiado tontorrona.
La evolución psicolóigica de la protagonista (pasa de ¡pedir!, ella personalmente, porque yo lo valgo, que venga la amante a vivir con ellos a querer morirse en medio rato) es completamente estúpida y su mostración en imágenes, lamentable, tan sutil como una bomba atómica. Lo mismo que el personaje de la otra, banalizado y reducido a escombros.
Se atisban ciertas intenciones, martirizar con fines santos a la mujer, criticar al marido felón, subrayar la insensibilidad grupal, podría ser; pero está todo tan mal (ligereza, frivolidad y oportunismo efectista) contado que casi no tiene ningún sentido. Especialmente en el caso de los compañeros de piso que no se sabe muy bien qué coño pintan allí en muchos momentos, como si fueran decorado, bulto, títeres ridículos, gorrones o claque subvencionada.
En fin, una pobre película, difusa, anodina casi siempre, extremista a ratos, impostada y desvaída. Apuntaba a retrato generacional y nos dimos de bruces con triste amago de culebrón nórdico. No tiene claros sus propósitos finales, se explica mal y se pierde en naderías, idioteces y sensacionalismo de baratillo. Un pequeño desastre que no llega a mayores por su comienzo liviano y su final lánguido. Mejor ese cierre pazguato que la tormenta monstruosa que se avecinaba y tanto se temía.
Aparece la otra (como en bolero). El protagonista tan egoísta (eso parece) comió de la manzana prohibida del pecado nefando del adulterio y todo se fue al garete (es una película muy puritana y pacata en el fondo, a pesar de su apariencia libertaria, o con más motivo por eso. Parece sermón más que fiesta, anatema más que compañía, admonición y no bacanal, sentencia moral en lugar de sana ambigüedad. Mucho más fría y apolínea que libérrima o dionisíaca. Mucho más conservadora y reaccionaria que audaz y revulsiva). Los compays no la querían acoger en su casa a la nueva, pero el jefe de todo esto (qué malo el cabrón) les dijo que esas eran sus reglas y que si a alguien no le gustaban que se fuera, que era su casa y él, como el rey lagarto, yo parto y reparto. La buena esposa, tan generosa como el sol, se marchita a pasos agigantados, a velocidad supersónica y casi que enloquece la pobre, santa, la bendita. Más o menos.
¿Recobrado?
Al final muere el niño y todo se acaba. No había sido para tanto. Sus dos mujeres (esposa e hija) se le van y él se queda con la querida y la comuna. Vale.
¿Análisis?
La etapa de la felicidad es una tontería, pero se ve bien. Hay buena fotografía y tiene cierta gracia. El problema es que sabes que eso no va a durar mucho (¿Previsible? Sí). Te preguntas por el cómo, qué pasará para que la cosa se torne oscura y pecadora. Y ese cómo está contado con una inmensa y grosera torpeza, en forma de cutre psicodrama lleno de primeros y largos planos que tratan al espectador como si fuera un borrego. Histerismo y mucho disparate. Momentos gruesos y bastante insoportables por obvios (en malas intenciones) e inverosímiles (teniendo en cuenta lo planteado).
Otro problema es lo poco que está explicado el mundo comuna. Se relega ese microcosmos en favor del lío marital, craso error ya que todos esos personajes se quedan varados, agonizando entre en el tópico y la tontada. Para acabar contando la historia familiar, el grupo, no más que tristes convidados de piedra, casi no nos hacía ninguna falta.
El recurso del niño es facilón y forzado. La historia de la hija adolescente, demasiado tontorrona.
La evolución psicolóigica de la protagonista (pasa de ¡pedir!, ella personalmente, porque yo lo valgo, que venga la amante a vivir con ellos a querer morirse en medio rato) es completamente estúpida y su mostración en imágenes, lamentable, tan sutil como una bomba atómica. Lo mismo que el personaje de la otra, banalizado y reducido a escombros.
Se atisban ciertas intenciones, martirizar con fines santos a la mujer, criticar al marido felón, subrayar la insensibilidad grupal, podría ser; pero está todo tan mal (ligereza, frivolidad y oportunismo efectista) contado que casi no tiene ningún sentido. Especialmente en el caso de los compañeros de piso que no se sabe muy bien qué coño pintan allí en muchos momentos, como si fueran decorado, bulto, títeres ridículos, gorrones o claque subvencionada.
En fin, una pobre película, difusa, anodina casi siempre, extremista a ratos, impostada y desvaída. Apuntaba a retrato generacional y nos dimos de bruces con triste amago de culebrón nórdico. No tiene claros sus propósitos finales, se explica mal y se pierde en naderías, idioteces y sensacionalismo de baratillo. Un pequeño desastre que no llega a mayores por su comienzo liviano y su final lánguido. Mejor ese cierre pazguato que la tormenta monstruosa que se avecinaba y tanto se temía.