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Voto de Ferdydurke:
5
6,1
11.402
Drama
Tras su heroico comportamiento en la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Rannulph Junuh (Matt Damon) se hace muy popular. En 1931, lo invitan a enfrentarse a dos famosos jugadores en un torneo de golf, cuyo fin es inaugurar un nuevo campo y atraer la atención del público gracias a su presencia. Pero como Junuh no está al nivel de sus adversarios, decide contratar a un caddie muy especial, Bagger Vance (Will Smith), un misterioso joven ... [+]
29 de febrero de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esperanza y armonía. El baile.
La película comienza muy bien con ese estilo clásico hermoso y luminoso un poco chocho y bien escrito y cuidado tan reconocible de Redford, un autor como pocos, un poco, todo, parecido a aquella tan bonita de El río de la vida, pero claramente se echa a perder o, por lo menos, decae cuando aparece ese Pepito Grillo, la conciencia, Dios, un ángel (más bien exterminador Abbadón o matador, sin títere con cabeza) o la muerte, usted elige, sírvase a su gusto, self-service, que recuerda a Clarence de Qué bello es vivir, a Fernán Gómez de Los gallos de la madrugada, a ¿Conoces a Joe Black? y a, venga, El séptimo sello o al amigo invisible de un/el niño o a La milla verde qué menos, estamos todos, el caso es que es un verdadero y contumaz pelmazo que suelta por su boquita constantes paparruchas de manual de autoayuda realmente insoportables consejos de la galleta (todos semos la mar de especiales y únicos, no te sabotees, no te autocompadezcas, levántate y anda que la guerra ya sé que es muy perra, pero más se perdió en Cuba y te quieren mucho en Savannah, venga, fúndete con el universo y haz el puente pino y otras reverendas mierdas sermoneadoras sacacuartos y trankimaznies y aburreovejas bee, dame la pastilla) con un tonillo de repelente ridícula suficiencia y chorra infame pedantería, y después se deja llevar o caer al tran tran más cochinero guapo hasta un final que ni bien ni mal sino todo lo contrario, ahí, está, en off, y un epílogo cachondo/cruel, broma macabra siniestra muy Cocoon, por el lado bestia de la vida, nos vienen saliendo muy caras las pensiones, hay que ponerle algún remedio o freno a todo esto, putos viejos, sea...
La película comienza muy bien con ese estilo clásico hermoso y luminoso un poco chocho y bien escrito y cuidado tan reconocible de Redford, un autor como pocos, un poco, todo, parecido a aquella tan bonita de El río de la vida, pero claramente se echa a perder o, por lo menos, decae cuando aparece ese Pepito Grillo, la conciencia, Dios, un ángel (más bien exterminador Abbadón o matador, sin títere con cabeza) o la muerte, usted elige, sírvase a su gusto, self-service, que recuerda a Clarence de Qué bello es vivir, a Fernán Gómez de Los gallos de la madrugada, a ¿Conoces a Joe Black? y a, venga, El séptimo sello o al amigo invisible de un/el niño o a La milla verde qué menos, estamos todos, el caso es que es un verdadero y contumaz pelmazo que suelta por su boquita constantes paparruchas de manual de autoayuda realmente insoportables consejos de la galleta (todos semos la mar de especiales y únicos, no te sabotees, no te autocompadezcas, levántate y anda que la guerra ya sé que es muy perra, pero más se perdió en Cuba y te quieren mucho en Savannah, venga, fúndete con el universo y haz el puente pino y otras reverendas mierdas sermoneadoras sacacuartos y trankimaznies y aburreovejas bee, dame la pastilla) con un tonillo de repelente ridícula suficiencia y chorra infame pedantería, y después se deja llevar o caer al tran tran más cochinero guapo hasta un final que ni bien ni mal sino todo lo contrario, ahí, está, en off, y un epílogo cachondo/cruel, broma macabra siniestra muy Cocoon, por el lado bestia de la vida, nos vienen saliendo muy caras las pensiones, hay que ponerle algún remedio o freno a todo esto, putos viejos, sea...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
... que al jodido anciano (va tanto el cántaro, y el cátaro, al muere), dejad que los abuelos se acerquen a mí, se lo lleva por delante la parca (nuestras vidas son los ríos que van a dar en el mar que es el morir) la corriente la marea como en aquella de Bergman ya previamente citada y además con descojono incorporado, no solo te matan de cualquier mala manera chocarrera, sino que además se ríen en tu cara, con mala baba, humillado y ofendidito, puta y cama, haciendo gestos en la distancia, venga, momia, ven a mi, acércate un poco más que verás que sorpresa tan chula te espera, que tengo un regalo especialmente preparado pensado para ti, sí, sí..., la guadaña y al hoyo, la muerte en Samarra juega al golf cuando hace falta o si se tercia, no se corta, no le hace ascos a nada, albatros, albricias.
Y la música sonando a todo volumen con la sección de cuerdas echando humo haciendo horas extras para que la platea entera llore, se emocione, dale.
Muy relamido y cursi y enfático y orquestal y académico y aburrido, ya sabemos que los yanquis hasta cuando hablan del acabose y la nada se lo toman a guasa y a dulce de leche, guarradas.
Ella mira bien y él también y el niño es cargante pero llora con clase y hay un tufillo celebrativo como de El hombre tranquilo (allí era con motivo de la pelea y aquí un poco de pasada por la remontada) y un fair play de todos los participantes o contendientes (hasta los malos, que no, tienen el corazón de pulpa de la fruta de la pasión) que es una gloria.
Un cuentecico que ni Pinto ni Valdemoro (tétrico tonto gozoso, sepulcros blanqueados, una historia de fantasmas y pesados), a medio camino, entre dos aguas, a dos velas, llevadero, fofo, flojo, precioso, blando y cansino, vacío y bodrio, delicado y querido y ripioso y poético, bromuro.
Ay, Roberto mío.
Y la música sonando a todo volumen con la sección de cuerdas echando humo haciendo horas extras para que la platea entera llore, se emocione, dale.
Muy relamido y cursi y enfático y orquestal y académico y aburrido, ya sabemos que los yanquis hasta cuando hablan del acabose y la nada se lo toman a guasa y a dulce de leche, guarradas.
Ella mira bien y él también y el niño es cargante pero llora con clase y hay un tufillo celebrativo como de El hombre tranquilo (allí era con motivo de la pelea y aquí un poco de pasada por la remontada) y un fair play de todos los participantes o contendientes (hasta los malos, que no, tienen el corazón de pulpa de la fruta de la pasión) que es una gloria.
Un cuentecico que ni Pinto ni Valdemoro (tétrico tonto gozoso, sepulcros blanqueados, una historia de fantasmas y pesados), a medio camino, entre dos aguas, a dos velas, llevadero, fofo, flojo, precioso, blando y cansino, vacío y bodrio, delicado y querido y ripioso y poético, bromuro.
Ay, Roberto mío.