Veinticincomil. Amarillo. Miedo a volar. El cazarrecompensas. El contable. Soy un hombre de negocios.
Qué guapo (a su siempre un tanto extraña manera) y delgado estaba Robert, De Niro para más señas a los ya bien rebasados cuarenta.
Es una de esas películas en las que los puñetazos (los hay aquí a miles, como si los regalaran, se esta repartiendo una mano de hostias y tú mismo tienes todos los números o papeletas, eres el sin par agraciado, querido amigo) tienen propiedades mágicas, te duermen, la tontera, son como inyecciones intravenosas muy potentes, de capacidades hipnóticas, mesméricas, formol en sangre, más fuertes que la heroína (trementina), veneno loco.
Y la película entera es exactamente eso, una suma incruenta de hostiazos como panes la mar de enjundiosos y divertidos, de tócame roque, transcurre discurre de esa justa jugosa manera, de golpe en golpe, verso a verso, como un poema, de sueño en sueño, me muero, con igual rigor o hermoso criterio, semejante calentón, a prueba de bombas, con similar realismo o verosimilitud y certeza, claro, es una comedia, todo está permitido, no hay dios, entropía, jajaja.
Y además eterna, de vellón, a traición, dos horas de canto (nos endosan), para abrir boca, el pico cierra, anda, mejor la horca.
Todos son idiotas, tontos e inútiles, sin a la regla posible excepción, la policía (va tanto el cántaro al fuente, los federales, por trillonésima vez), la mafia (una tras otra, pobre gente, habría que adoptarlos), los de los bares, aeropuertos, hoteles, los buscadores, los que cuentan... a punto de caramelo, a la sopa boba.
USA es un infierno imbécil a punto de explotar de idiotez, sin remedio, de peor en mal y porque me toca sumo y sigo.
Y la banda sonora machacona, invasiva, trivial banal, terrible. Y del actor Grodin nunca más se supo, se lo tragó la tierra de la mediocridad como absoluto, desapareció entre el follaje de la grisura más anodina.
Kotto siempre impone, con la voz de Freeman nada menos.
Solo tiene un realmente, abriéndose paso entre la maleza de nada, buen momento*, y dura poco, ni eso nos dejan.