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Voto de Ferdydurke:
8
6,3
1.929
Drama
Biopic de la obra y vida de la gran Emily Dickinson, una poetisa que paso la mayor parte de su vida en casa de sus padres en Amherst, Massachusetts. La mansión en la que vivió sirve de telón de fondo al retrato de una mujer nada convencional de la que se sabe muy poco. Nacida en 1803, fue considerada una niña con talento, pero un trauma emocional la obligó a dejar los estudios. A partir de ese momento, se retiró de la sociedad y empezó ... [+]
14 de octubre de 2016
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es bastante impresionante.
Reconozco que el estilo de Davies siempre me parece una promesa incumplida, un cielo perfecto, un "anticlímax" por tanto, abuso de primor y deleite, estatismo histérico, abrumadora belleza, incapacidad para atrapar lo efímero y voluble, demasiado agarrotado y pictórico, si todo eso fuera vicio. Y aquí me pasaba lo mismo. Un buen rato. Luego no. Después ya no. Después explotó. Se incendió. Galaxias enteras se fundieron, cayeron a pedazos desde un éter calcinado, trozos de fuego incandescente quemaron la pantalla. Y yo no daba crédito.
Es una historia que va y viene, en oleadas, de una intensidad desquiciada, enfermiza, a un control neurótico, puritano. Sigue atentamente las oscilaciones del alma dolorida, partida, de Emily. Nos habla, escarba, horada hasta el tuétano, "le abre la tapa de los sesos" a su esencia castigada, su vibrante inteligencia, su tensión insoportable; retrato furioso, ajustado, tan emocionado y admirado como preciso y buscador.
Reconozco que el estilo de Davies siempre me parece una promesa incumplida, un cielo perfecto, un "anticlímax" por tanto, abuso de primor y deleite, estatismo histérico, abrumadora belleza, incapacidad para atrapar lo efímero y voluble, demasiado agarrotado y pictórico, si todo eso fuera vicio. Y aquí me pasaba lo mismo. Un buen rato. Luego no. Después ya no. Después explotó. Se incendió. Galaxias enteras se fundieron, cayeron a pedazos desde un éter calcinado, trozos de fuego incandescente quemaron la pantalla. Y yo no daba crédito.
Es una historia que va y viene, en oleadas, de una intensidad desquiciada, enfermiza, a un control neurótico, puritano. Sigue atentamente las oscilaciones del alma dolorida, partida, de Emily. Nos habla, escarba, horada hasta el tuétano, "le abre la tapa de los sesos" a su esencia castigada, su vibrante inteligencia, su tensión insoportable; retrato furioso, ajustado, tan emocionado y admirado como preciso y buscador.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
El caso creo que se entiende. Mujer nacida en familia bien de Massachusetts es criada bajo el rigorismo ambiental del protestantismo más feroz (esa tía). De salud frágil y escaso atractivo físico, condicionada además por su sexo y la limitación de movimientos que ello implicaba en ese lejano tiempo (el matrimonio casi como único destino o posible cambio), cultura exquisita, sensibilidad acusada y anhelo constante, se refugia en las dulzuras familiares, tras un padre querido, muy creyente pero comprensivo, una madre más débil, anclada en la nostalgia y un pasado elegíaco, y especialmente sus dos hermanos, ella, compañera fiel para toda la vida, y él, inseparables también.
La película narra el proceso de descomposición, tanto físico como espiritual, de Emily. De cómo se cierra el círculo y te conviertes en lo que más temías o repudiabas. En su caso, una señora amargada. Sería el viaje, marcado a fuego desde muy temprana edad, solitario, de esta mujer recluida, aislada, constreñida, con el único amparo de la literatura y el único consuelo de su familia, hacia esa inmortalidad que poetizaba tan original y bellamente.
Según avanza, se nos ofrecen varias conversaciones esclarecedoras. Con la amiga (una especie de epígono de Oscar Wilde, por su incansable brillantez irónica) y, sobre todo, con su hermana (hace de contrapeso, de Pepito Grillo, de consejera, juez y amiga, la centra y alienta). Así se nos explica su inseguridad, su miedo al mundo y rechazo del matrimonio, su agorafobia social, su apuesta, terrible, cruel, por la soltería y la castidad; y el progresivo abandono de sus seres más queridos, se van, casan o mueren, desde amigas y amores imposibles hasta los mismos padres.
Bueno, pues lo que resulta demoledor y emocionante es el proceso de desvelo de las sucesivas capas de Emily; cómo se desnuda su alma y la vemos en su tremenda complejidad, en su búsqueda del absoluto, en su miedo a la nada, en su humor soterrado, en su religiosidad personal, en su rebelión y reivindicación propias, en su integridad intransigente, en los ataques de su enfermedad nefrítica; en fin, un ser de "vida insignificante" que optó, o no tuvo mucha más opción o remedio, por eludir la vida y así, como otros, muy pocos genios literarios que en el mundo han sido, poder verla mejor, desde la muerte de cuerpo presente, entenderla mejor, ya que la distancia que da la pasión eternamente reprimida, postergada e insatisfecha, el ansia no correspondida ni colmada, el fuego que agita y nunca se aquieta, la mirada obsesiva, hambrienta; todos esos disfraces, gran trampantojo, que ofrece la vida a los derrotados de antemano, los no realizados del todo o incompletos, que le permitieron ver más allá y más acá, más grande y más claro, más hacia dentro y a los cielos, y vivió para contarlo, lo escribió.
¿Cobardía, apego al orden y la seguridad de la placenta familiar, miedo a la cruda verdad y la experiencia desolada, al mundo como caos necesario, como le plantea la amiga, o justo lo contrario, huida heroica del abandono tentador que supone la aburrida convención del matrimonio, del fácil recurso de formar una familia como mandan los cánones y hace todo el resto de la mediocre gente, de la tentación de malbaratar su fuerza e independencia a cambio de ajustarse a un patrón ajeno a su gran sensibilidad, o tal vez la costumbre de "pasar hambre" vital como forma de terca resistencia, o, quizás, todo a la vez o a ratos o en perpetua lucha y conflicto desgarrado?
Otro acierto es la unión de las imágenes y el recorrido vital de Emily con el recitado de sus poemas. Ayuda a ver mejor su enorme dimensión, su deslumbrante potencia intelectual y evocadora.
La película narra el proceso de descomposición, tanto físico como espiritual, de Emily. De cómo se cierra el círculo y te conviertes en lo que más temías o repudiabas. En su caso, una señora amargada. Sería el viaje, marcado a fuego desde muy temprana edad, solitario, de esta mujer recluida, aislada, constreñida, con el único amparo de la literatura y el único consuelo de su familia, hacia esa inmortalidad que poetizaba tan original y bellamente.
Según avanza, se nos ofrecen varias conversaciones esclarecedoras. Con la amiga (una especie de epígono de Oscar Wilde, por su incansable brillantez irónica) y, sobre todo, con su hermana (hace de contrapeso, de Pepito Grillo, de consejera, juez y amiga, la centra y alienta). Así se nos explica su inseguridad, su miedo al mundo y rechazo del matrimonio, su agorafobia social, su apuesta, terrible, cruel, por la soltería y la castidad; y el progresivo abandono de sus seres más queridos, se van, casan o mueren, desde amigas y amores imposibles hasta los mismos padres.
Bueno, pues lo que resulta demoledor y emocionante es el proceso de desvelo de las sucesivas capas de Emily; cómo se desnuda su alma y la vemos en su tremenda complejidad, en su búsqueda del absoluto, en su miedo a la nada, en su humor soterrado, en su religiosidad personal, en su rebelión y reivindicación propias, en su integridad intransigente, en los ataques de su enfermedad nefrítica; en fin, un ser de "vida insignificante" que optó, o no tuvo mucha más opción o remedio, por eludir la vida y así, como otros, muy pocos genios literarios que en el mundo han sido, poder verla mejor, desde la muerte de cuerpo presente, entenderla mejor, ya que la distancia que da la pasión eternamente reprimida, postergada e insatisfecha, el ansia no correspondida ni colmada, el fuego que agita y nunca se aquieta, la mirada obsesiva, hambrienta; todos esos disfraces, gran trampantojo, que ofrece la vida a los derrotados de antemano, los no realizados del todo o incompletos, que le permitieron ver más allá y más acá, más grande y más claro, más hacia dentro y a los cielos, y vivió para contarlo, lo escribió.
¿Cobardía, apego al orden y la seguridad de la placenta familiar, miedo a la cruda verdad y la experiencia desolada, al mundo como caos necesario, como le plantea la amiga, o justo lo contrario, huida heroica del abandono tentador que supone la aburrida convención del matrimonio, del fácil recurso de formar una familia como mandan los cánones y hace todo el resto de la mediocre gente, de la tentación de malbaratar su fuerza e independencia a cambio de ajustarse a un patrón ajeno a su gran sensibilidad, o tal vez la costumbre de "pasar hambre" vital como forma de terca resistencia, o, quizás, todo a la vez o a ratos o en perpetua lucha y conflicto desgarrado?
Otro acierto es la unión de las imágenes y el recorrido vital de Emily con el recitado de sus poemas. Ayuda a ver mejor su enorme dimensión, su deslumbrante potencia intelectual y evocadora.