La chaqueta metálica. (¿No?) sois tontos. Bonito beso.
Se la pasan a los gritos rebuznos las casi interminables y tediosas dos horas, además de que nos regalan generosos momentos de (poca) vergüenza torera rapera y de que todo adolece de un tono infantil bastante ridículo soporífero, alarmantemente tonto.
Una birria y una purria o purrela, para cortarte los cojones a pelo, a diestro y siniestro, de tomo y lomo. Previsible, tontorrona y sentimentaloide para más inri. Boba. Pobre Shakespeare, nacer para esto, sin comerlo ni beberlo, no hablarás en vano del gran o primer creador del mundo moderno, no pondrás en tu lerda boca sus santas sagradas palabras, de mi este cáliz aparta, hereje, iconoclasta, salvaje, analfabeto, cacaseno, catecúmeno.
Lo mejor son los ojos de la recluta patosa, Stacey Dash (recuerda, no tan guapa o espectacular, a Vanessa Williams), se hace llamar, lo peor lo del expediente x a última hora.
Es tan inane, inofensiva, blanca y absurda que inevitablemente se convierte en una blanda bosta, en mala hora, duro invierno de mi descontento.