¿Quién no se ha comprado un bet-seller para las vacaciones.? Sabemos de antemano que rápidamente quedará arrinconado en un rincón de nuestra biblioteca o que se lo prestaremos a un familiar o un amigo sabiendo que quedaremos bien sin tener que preocuparnos de que nos lo devuelva. Pues eso, que esta novela de abogados de Michael Connelly es ideal para que pasemos un rato entretenidos ante la pantalla y al final se nos quede el cuerpo como que ya antes habíamos visto otra parecida. Brad Furman nos ofrece cine de alumno aplicado que mejora en su segunda cinta sin abandonar la senda de las convenciones. Usa y abusa de los primeros planos que realzan el estrago que produce en los rostros una vida donde ley y justicia no son sinónimos Y uno le da por pensar que en El inocente hay suficiente material para haberlo hecho mejor si el director hubiese sido uno de esos "artesanos" del celuloide que ya no quedan como Sidney Lumet o si Paul Newman o McQueen pudieran volver para aconsejar a un McConaughey que vuelve con mas arrugas en un trabajo actoral digno pero que no consigue superar el listón de su propia marca personal alejada hace tiempo de los grandes. Marisa Tomey y W.H. Lacey son un lujo que una vez mas se desaprovecha y se utiliza como relleno y Ryan Philippe se deja ir un bombon de personaje que a su edad hubieran bordado Edward Norton o Ethan Hawke.
En cualquier caso las de abogados siempre entretienen aunque nos perdamos en los recovecos legales.
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