A pesar de que esta primera temporada de la exitosa serie creada por el matrimonio King ha cumplido ya una década me sigue asombrando la increíble capacidad de los mismos y su equipo de guionistas para seguir sacando jugo a un género, el de abogados, al que la televisión mundial ha exprimido incluido series míticas hasta la extenuación y aún así siete temporadas con veintitantos episodios por temporada y un spin-off ("The Good Fight") de la misma que ya lleva otras tres. Lo dicho increible. 

No acabo de tener muy claro si uno empieza a salivar de placer por lo que aún le queda por ver o ya empiezo a tener síntomas de empacho de este placer culpable en el que nos embarca una señora de muy buen ver que todavía está a tiempo de dejar de ser, "la señora de", en este caso un político, e intenta encontrar su lugar en el mundo apoyándose en su profesión de abogada que disfruta en un bufete de Chicago siempre en equilibrio inestable con su cuenta de resultados.

En su primer tercio le cuesta despegar. La trama personal aflora con morosidad de cuentagotas y los casos judiciales son simples y resueltos por demasiados "deux ex machina". Es a partir del episodio ocho o nueve cuando levanta el vuelo, alcanza velocidad de crucero y ya nos tiene enganchados. Los casos episódicos tienen más entidad, son más sólidos y complejos y en 45 minutos se las apaña para que mariden con habilidad con la vida personal de su protagonista. El elenco con una eficaz Julianna Margulies a la cabeza se afianza sin problemas en sus roles acompañados de los invitados de turno por cada episodio en una maquinaria que como digo a partir de su segundo tercio ya está engrasada y funcionando a pleno rendimiento. Margulies ha desarrollado su carrera en la televisión y ha cosechado durante  dos décadas una buena remesa de premios con su personaje en "Urgencias" y esta que nos ocupa como actriz principal.

Voy a tomarme un descanso antes las, espero, buenas horas de entretenimiento que me esperan con esta "buena esposa". Hablamos.

FINAL:
El equivalente a cinco días me ha supuesto el maratón de los 154 capítulos que componen esta serie en sus siete temporadas. Diré de estas dos últimas que no han estado a la altura de las dos anteriores (las mejores) como si el éxito y las virtudes que la serie había cosechado hasta la sexta temporada hubieran dado barra libre a sus guionistas y creadores para lanzarse a una vorágine descontrolada, a una noria de idas y venidas y sobre todo y esto es lo más imperdonable a dilapidar sin ningún respeto a su mayor activo: la galería de excelentes personajes secundarios, que han terminado abandonados de mala manera en un sprint final donde Julianna Margulies productora ejecutiva y actriz principal acapara de forma desmedida todo un protagonismo que se diluye sobre todo en romances a medio cocer. Obviamente las rentas anteriores eran tan notables que les han permitido que la audiencia siguiera expectante por si la cosa volvía por sus cauces. El final agridulce que justifican sus creadores como el proceso evolutivo de Alicia Florrick está cogido por los pelos. Pudiera estar de acuerdo en que desde un distanciamiento y una mirada más amplia es un buen ejemplo, aunque llegue de mala manera y forzado de que la ética de estos "servidores" de la ley a la postre siempre queda aparcada en interés de sus defendidos y los suyos propios llegado el caso. Una triste moraleja para una serie notable que ha hecho historia de la televisión.


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