En tiempos en que nos hemos acostumbrado al uso de los efectos especiales en dibujos animados, la animación en 3D y en la búsqueda de la mera espectacularidad, es todo un hallazgo visual volver a otros modos de plantear la animación y el dibujo, en esta "película dibujada", más que "dibujos animados". No todo va a ser en esta vida Disney y Pixar, existe más mundo ahí fuera. Buenos dibujos de Mariscal, con bellas ambientaciones en La Habana y Nueva York y, sobre todo, buena música. Y es que la música es el eje central de la película, que hará las delicias del amante del jazz latino.
El fallo se encuentra en la historia, en la aparición de demasiados tópicos (los lugares comunes en la historia de amor, los tópicos sobre Cuba...). Tanto es así, que la historia de Chano Pozo (trama secundaria que ocupa pocos minutos) casi llega a atraer más la atención que la de los dos protagonistas.
También se hecha en falta algo del jazz cubano postrrevolucionario (Orquesta Cubana de Música Moderna, Irakere, Emiliano Salvador. Hernán López-Nussa, algunos temas del GES del ICAIC, los músicos que siguieron cultivando el Filin...), se pasa directamente de los años 50 al revival de inicios del siglo XXI y al hip-hop (escena inicial de la película).