Pues nada, si el demonio espera y busca un resquicio de que perdamos la fe para poseer nuestros cuerpos en este momento creo que podría tomar posesión inmediata de mi cerebro porque yo me rindo, he perdido la fe en cualquier secuela del exorcista. Hasta «Líbranos del mal», que no era la gran cosa, me parece infinitamente mejor llevada que esta absurdez de tomarnos el pelo ya. Ninguna de las secuelas me ha producido terror alguno, de la segunda ni hablamos por favor, vamos a borrarla de nuestro inconsciente colectivo, como diría Jung.

Ni siquiera Stellan Skarsgård, que a mí me parece súper atractivo y con el que me encantaría tener una cena de charla que te charla toda la noche a pesar de que el hombre es más bien mayor, salva este segundo despropósito, porque la tercera por lo menos tenía algo de suspense, ¿pero esta? ni eso.

No sé como será la que no prohibieron, pero si como se supone por la nota es peor que esta, madre del amor hermoso, ni me acerco a ella, pediré una orden de alejamiento inmediata. Si tuviera que comparar esta película con la música lo haría con el álbum de Sarah Brightman «Symphony», que si ya el Classical Crossover que practica esta mujer no es que sea la alegría de la huerta, ya si lo haces sinfónico, ni te cuento.

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