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Voto de Hartmann:
9
Drama. Bélico Segunda Guerra Mundial (1939-1945) Frente Oriental. Iván, un niño ruso de 12 años, cuyos padres murieron durante la invasión nazi, trabaja espiando a los alemanes. (FILMAFFINITY)
1 de septiembre de 2007
43 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tarkovsky emprendió la realización de esta película en condiciones harto complicadas. Primero, porque el director anterior, despedido del rodaje, ya había gastado la mitad del presupuesto asignado; y segundo, porque siendo un autor novel se enfrentaba a la tremenda responsabilidad de plasmar en imágenes una de las novelas icónicas de la Unión Soviética, de gran difusión y aclamada masivamente por el público y los críticos (nada que ver con la obra "censurada" de que inexplicablemente se habla en una crítica anterior; los soviéticos nunca intentaron echar tierra sobre el esfuerzo bélico llevado a cabo por los niños durante la guerra. Al documental que acompaña el DVD y a la abundante documentación sobre el particular podemos remitirnos).

Tarkovsky salió tan airoso del doble reto que al éxito de público y crítica se unió el de convertirse (hasta el desencuentro que se produciría con "Ivan Rublev") en uno de los realizadores oficiales del régimen.

Y es que no es para menos, viendo sus aciertos. No apreciamos en este melancólico relato el maniqueismo que algunos denuncian (v. spoiler para entender el contexto): la historia se nos narra desde el punto de vista del niño y de su entorno, con lo que intentar ponderar su visión de lo sucedido hubiera resultado absolutamente irreal. Rodada en un extraordinario blanco y negro e interpretada por un memorable N. Burlyayev, "La infancia de Iván" es una de las mejores aproximaciones que el cine ha hecho al mundo de lo onírico y un recital de puesta en escena con unos elementos mínimos. Pero por encima de lo ya expuesto, su gran baza reside en el magistral contraste entre las poéticas ensoñaciones del muchacho protagonista y la brutal realidad del conflicto que le ha arrebatado su niñez, contraste que va dejando por el camino una sucesión abrumadora de imágenes y hallazgos visuales que sólo los maestros pueden pemitirse: el antológico beso sobre la zanja (¡qué beso!), el horror de los cadáveres exhibidos como escarnio, la siniestra incursión nocturna, la pesadilla en la casa en ruinas... Todos estos momentos se van grabando a fuego en la retina del espectador hasta concluir en el plano de la carrera sobre la playa, evocación de una infancia ya irremediablemente truncada por la locura de los adultos y que se erige en uno de los finales más sencillos y hermosos de la historia del cine. Y en un soberbio ejemplo de cómo filmar el más sentido alegato antibelicista de la mejor manera posible, no recurriendo al fácil atajo de la truculencia, sino afirmando la grandeza de la vida, la misma que derrochan los dos hermanos que juegan junto al agua.

Hay otra virtud: lo breve de su metraje y lo (aparentemente) sencillo de su argumento y desarrollo hacen que ésta sea la más asequible de las películas de Tarkovsky y la más recomendable para aquéllos que no comulgan con su personal trayectoria.

Una emotiva joya injustamente eclipsada por otros títulos de su autor. Reivindicarla es casi una obligación moral.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Hartmann
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