Hoy en día se pueden vivir pocos contrastes más impactantes en una sala de cine que ver el trailer de una de Michael Bay, y a continuación una película como ésta. Son tantas las diferencias, tanto de forma como de fondo, que afirmo sin pudor que este es uno de los mejores blockbusters de la última década. Del mismo modo que su antecesora era una brillante reinterpretación del cine carcelario, ésta es un Western revisionista de manual: un héroe atípico debe enfrentarse a sus congéneres militaristas para evitar a toda costa el enfrentamiento con los simios-indios, liderados por un sensato caudillo de hombres (perdón, de monos). Y este es el argumento, pero contar historias sencillas de la mejor manera posible no suele ser el fuerte de Hollywood, salvo en este caso. El uso de los efectos visuales es uno de los más juiciosos de la historia del cine, puesto que todos y cada uno de los simios no son monigotes digitales, sino personajes que actúan y son absolutamente necesarios (Oscar para Andy Serkis ya). Si a eso le sumamos una dirección pulcra con alguna escena realmente notable, en la que el espectador es capaz de apreciar todo lo que ocurre en pantalla, el espectáculo visual tiene un aire clásico fantástico. En resumen, paradigma de lo que debería ser el cine de entretenimiento, con un perfecto equilibrio entre artificio, acción y sentimiento. Absolutamente recomendable.