Una tarde de verano, en plena deshidratación promovida por el agobiante calor con el cual el sol se había propuesto castigarme, entré en el supermercado más cercano de mi nueva ciudad, con la esperanza de encontrar una bebida ¿REFRESCANTE? que saciara mi sed.

Solo entrar, en el primer estante, una mujer tiraba los tejos a un menor, mientras otro joven caía desde el tejado de la casa de enfrente, bajo la atenta mirada de un chino con su cámara kodak, la cual le extraía un matón para comprarse unos gramos de anfetas... Mientras su mejor amigo seducía a una cantante que se acostaba con una joven mentirosa compulsiva de lindos ojos verdes.

No era asunto mío, y seguí caminando dentro del establecimiento, cuando una linda muchacha rubia que jugueteaba con las cuchillas de afeitar recibió la peor llamada de su vida, su padre había fallecido. Menos mal que una mujer que acaba de escapar de las manos de un joven nazi la cogió en brazos...

Y ese joven nazi, cuyo mejor amigo era homosexual y se encontraba en la sección de perfumes eligiendo uno adecuado para su boda, salía con una muchacha finita de cascos, de bragueta fácil, la cual no tardó en ser víctima inocente del despiadado padre de éste, pues tanto meses de sequía saliendo con un joven párroco habían despertado sus necesidades más primitivas...

No encontré la bebida, y decidí irme, cuando me encontré con una terapia de autoayuda para jubiladas vírgenes, un trío en toda regla ante la atenta mirada de una joven, probablemente hija de la promiscua mujer que estaba en pleno espectáculo cirquense ante los dos gladiadores, embarazos no deseados, violaciones, agresiones... Y corrí...

Corrí, corrí y corrí.

Todo esto, en un solo supermercado...