Un grupo de jóvenes activistas franceses tratan de concienciar a todo un país sobre el SIDA, su prevención y su cura porque a principios de los años 90 poco o nada se conocía de esa enfermedad.

El cineasta Robin Campillo filma un pseudo documental que arrasó en multitud de Festivales en 2017 en todo el mundo y que fue la película elegida por el país vecino para representarlo en la edición de los Oscar 2018. Por todo ello, teníamos ganas mi señora y yo de ver la película desde hace tiempo…pero la verdad es que nos defraudó bastante, no conseguimos entrar en la propuesta del director en ningún momento y más que ninguna otra cosa lo que nos generó fue rechazo. Rechazo no por el tema tan interesante que trata, sino porque lo hace con brocha gorda, avasallando al espectador con multitud de comisiones participativas y de reuniones interminables que no aportan nada nuevo sobre el tema. Trata de reflejar situaciones reales, sin adornar una enfermedad tan cruel para el que la sufre como para el que está a su alrededor, de acuerdo, eso lo logra, pero uno va al cine para pasar un rato distendido, sin que se le revuelva el estómago, que para darnos de bruces con la realidad no hace falta ir al cine.

Sacapuntas de oro: La implicación de los actores es brutal y seguro que a alguno le costó mucho olvidarse de su personaje. La cera que le da a las grandes empresas. Que ayuda a concienciar a la gente. Que prevenir es curar pero nunca a la inversa.

Sacapuntas de madera: Le sobra metraje y crudeza. Te deja muy mal sabor de boca y te aturulla. El resultado como documental hubiera sido mejor y más honesto. Demasiada palabrería y pocos hechos.

Nota: 3 Sacapuntas.