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Voto de mnemea:
6
5 de noviembre de 2009
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un cuadro. Una sala repleta de grandezas artísticas. Muchedumbre. Un museo. Una ciudad italiana, Florencia. Una joven policía frente a ese cuadro.
Inmersión, la belleza se convierte en una abrumadora experiencia hasta un punto de no retorno, el vaporoso viaje al interior de su imaginación, ensoñaciones que aturden a quien sufre esta extrema situación. No soportar la exaltación máxima de lo bello representado por el arte. Desvanecerse frente al horror de un hecho insuperable. La imperfección de la soberbia delicadeza.
Los síntomas incluyen sudor frío, nauseas, ansiedad, alucinaciones, depresión y cambios en la personalidad, estamos frente al síndrome de Stendhal, la superposición de los paisajes recreados sobre la realidad, muerte entre cuadros, el fin de la racionalización de una policía. No recuerda su nombre, su vida, su objetivo... se desencadena una desgracia en nuestro fino hilo argumental... víctima del verdugo que andaba buscando, trampa lujuriosa y asqueada que le devuelve al mundo de tierra firme a base de golpes y dolor.
Toda actitud cambia, la belleza de la mujer truncada por la penetración de otro mal en su interior, el hombre que desgarra su viva naturaleza en pleno estado de shock por la experiencia sufrida en instantes anteriores. La mutación de la persona se adelanta. Las secuelas de una violación unidas a las del síndrome artístico, perseveran en la nueva Anna Manni, que se aparta de su rutina e intenta encontrar un nuevo camino... pero el psicópata no la olvida, ni ella se desprende de él.
La película se rodea de una serie de altos y bajos en su tonalidad, pues cuanto más se acerca a la visualización a través de las nuevas tecnologías, se pierde en caminos no explorados y distrae su esencia, pero cuando volvemos a la extraña idea que mantengo de la vieja escuela italiana, a la que pertenece Argento, todo toma un cariz distinto, con más peso, más inquietante y personal. Alejados del terror, nos sentimos Anna al intentar comprender sus cambios, descabellados como sus distintas fases capilares, la autodestrucción de una persona bajo los acordes iniciales de su título, el síndrome de Stendhal, que me llevó a interesarme por la visión de una enfermedad que convierte en un acto terrorífico el arte, que va sintonizando con un juego de gato y ratón, tan difuso que permite una cierta tensión hasta el fin del relato.
Inmersión, la belleza se convierte en una abrumadora experiencia hasta un punto de no retorno, el vaporoso viaje al interior de su imaginación, ensoñaciones que aturden a quien sufre esta extrema situación. No soportar la exaltación máxima de lo bello representado por el arte. Desvanecerse frente al horror de un hecho insuperable. La imperfección de la soberbia delicadeza.
Los síntomas incluyen sudor frío, nauseas, ansiedad, alucinaciones, depresión y cambios en la personalidad, estamos frente al síndrome de Stendhal, la superposición de los paisajes recreados sobre la realidad, muerte entre cuadros, el fin de la racionalización de una policía. No recuerda su nombre, su vida, su objetivo... se desencadena una desgracia en nuestro fino hilo argumental... víctima del verdugo que andaba buscando, trampa lujuriosa y asqueada que le devuelve al mundo de tierra firme a base de golpes y dolor.
Toda actitud cambia, la belleza de la mujer truncada por la penetración de otro mal en su interior, el hombre que desgarra su viva naturaleza en pleno estado de shock por la experiencia sufrida en instantes anteriores. La mutación de la persona se adelanta. Las secuelas de una violación unidas a las del síndrome artístico, perseveran en la nueva Anna Manni, que se aparta de su rutina e intenta encontrar un nuevo camino... pero el psicópata no la olvida, ni ella se desprende de él.
La película se rodea de una serie de altos y bajos en su tonalidad, pues cuanto más se acerca a la visualización a través de las nuevas tecnologías, se pierde en caminos no explorados y distrae su esencia, pero cuando volvemos a la extraña idea que mantengo de la vieja escuela italiana, a la que pertenece Argento, todo toma un cariz distinto, con más peso, más inquietante y personal. Alejados del terror, nos sentimos Anna al intentar comprender sus cambios, descabellados como sus distintas fases capilares, la autodestrucción de una persona bajo los acordes iniciales de su título, el síndrome de Stendhal, que me llevó a interesarme por la visión de una enfermedad que convierte en un acto terrorífico el arte, que va sintonizando con un juego de gato y ratón, tan difuso que permite una cierta tensión hasta el fin del relato.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El retrato de una dama que se masculiniza hasta convertirse en el asesino que la invadió en el inicio, que se transforma como un lienzo por pintar, poco a poco, con pequeños matices y bruscos modales, una muerte en vida que lleva a la perdición a todos los hombres que a ella se acercan para compartir su supuesta fragilidad. Ella finaliza siendo él, turbada por los momentos extremos que le marcaron para siempre.
Hay una significativa última escena, en la que todos los hombres, compañeros, policías, la protegen como si fuera una débil víctima, cuando se convirtió en el asesino a espaldas de nuestra visión. Rojo que tinta la verdad, posesión del pez que le robó un beso bajo el agua. Todo se pinta según la visión del artista para comprenderse bajo el prisma del espectador.
Hay una significativa última escena, en la que todos los hombres, compañeros, policías, la protegen como si fuera una débil víctima, cuando se convirtió en el asesino a espaldas de nuestra visión. Rojo que tinta la verdad, posesión del pez que le robó un beso bajo el agua. Todo se pinta según la visión del artista para comprenderse bajo el prisma del espectador.