Mann nos lleva a los años 30, a lo más profundo de la Gran Depresión norteamericana para seguir las andanzas de uno de los personajes más conocidos de la época: el atracador de bancos John Dillinger. El film arranca prácticamente en el que se podría llamar como máximo momento de esplendor de John Dillinger (interpretado por Johhny Deep), sin que sepamos exactamente ningún dato sobre su vida anterior y sobre cómo ha llegado hasta allí.

El propósito de Mann no es ofrecernos una visión romántica del conocido ladrón de bancos, al que se le ha equiparado con Robin Hood. Se observa un esfuerzo considerable por mostrar las andanzas de Dillinger de la forma más realista posible (incluso filmando en los escenarios reales en que sucedieron los hechos que cuenta el film).

Lo que verdaderamente pretende el director es mostrarnos la figura de un hombre, hijo de su tiempo que ya no tiene cabida en la nueva America que se está construyendo sobre las cenizas de la Gran Depresión. A medida que la caza contra Dillinger y sus hombres se intensifica, están creciendo dos grandes instituciones casi al mismo tiempo. Por un lado el FBI, quien de la mano de J. Edgar Hoover tendrá un papel oscuro y significativo en la historia norteamericana. Por el otro el crimen organizado, quienes también tendrán un papel no menos oscuro y significativo en las siguientes décadas. En medio de estas dos grandes fuerzas que tienen mucho más en común de lo que parece, una figura como la de Dillinger estorba.

La figura de Melvin Purvis (interpretado por Christian Bale), puede parecer una reedición de la dualidad mostrada en “Heat” entre un atracador y su perseguidor. Sin embargo, en esta ocasión, la figura de Purvis tiene mucha menos trascendencia, limitando su papel al de fiel perro de presa de Hoover (Billy Crudup), siendo prácticamente nulos los apuntes personales del personaje. Lo mismo sucede con el personaje de la novia de Dillinger, Billie Frechette (Marion Cotillard), que se limita a ser la acompañante de éste. Quizás este sea uno de los puntos flojos del film, ya que bajo la sombra de la excelente y muy contenida composición de Johnny Deep, no hay ningún personaje que le pueda dar la vez.

Hay que destacar el frenético ritmo del film, en el que los personajes nunca paran quietos en el mismo lugar. El film está salpicado de escenas espectaculares, que como es habitual en Mann demuestran no sólo un excelente y perfecta planificación, sino un buen sentido estético y plástico que sabe mantener a lo largo de todo el metraje.

Como suele ser habitual, Mann nos ofrece un film que está muy por encima de la media, sin llegar a ser una obra maestra. No olvidemos que Mann es un realizador muy bueno en cuanto a construir tramas y acción de forma espectacular, pero no tanto a la hora de profundizar tanto en sus personajes como en sus films. Y es esa profundidad la que acaba lastrando lo que es un excelente film que aún hubiera podido ser mejor.