Pedro Almodóvar, siemdo como es por mérito propio el mejor director español desde hace lo menos 15 años, siguió con su explosión creativa en Hable con ella después de maravillarnos con Todo sobre mi madre. El cineasta vive desde 1999 su época dorada en todos los sentidos, y ésta película sólo puede entenderse como una obra maestra salida de la mente de un artista único, conocedor del alma humana como nadie, y capaz de hacerte sentir todo lo que sus personajes sienten.
Como siempre, Almodóvar se rodea de actores fabulosos. Javier Cámara, soberbio en su mejor interpretación hasta la fecha, llena de humanidad a un personaje que se nos revela demente de una forma absolutamente trágica; Darío Grandinetti enamora a la cámara con la mirada, y casi no le hacen falta palabras para resultar memorable; Rosario Flores sorprende con una naturalidad increíble en un papel mucho más difícil de lo que parece; sólo Leonor Watling queda algo descolgada del conjunto por exigencias del guión, pero su esfuerzo es el mayor de la película. Y qué decir a estas alturas de una actriz como Ana Fernández, que devora la pantalla en menos de cinco minutos, o de Cecilia Roth y Marisa Paredes en un par de cameos preciosos.
En definitiva, un viaje al mundo real. Un mundo almodovariano, éso sí.

Lo mejor: El guión y los actores.
Lo peor: La sensación de que cuando a Almodóvar se le acaban las ideas siempre echa mano de la explicación más truculenta que encuentra, como si a estas alturas todavía necesitara crear polémica para hacerse oír.