Ad Astra es sin duda una cinta única dentro de las decenas y decenas que se han rodado y rodarán sobre viajes espaciales y astronautas perdidos, física y metafóricamente hablando.
Es especial porque su conclusión, bellísima, y la reflexión que hace sobre la vida humana no persigue el facilón recurso de lo extraterrestre, ya tan manido en multitud de películas previas. Tampoco es una locura de terror a lo Horizonte final, como podría indicar su premisa inicial (la clásica historia del viaje para averiguar qué ha ocurrido con una tripulación perdida). Sin duda es una de las propuestas más íntimas y personales de ciencia-ficción que hemos visto, digna del talento y el estilo únicos de James Gray, que ya demostró en Z. La ciudad perdida que tiene un acercamiento muy personal a la aventura y el cine de género. Además, resulta emotiva (atención al personaje de Tommy Lee Jones) y cuenta con un excelente trabajo de un Brad Pitt soberbio. Es maravilloso poder ser testigos de hasta dónde ha llegado un intérprete por el que nadie daba un duro a principios de los 90, tras su explosión como sex symbol. Un actor descomunal con una carrera envidiable y extraordinaria.
Sin embargo, la comparación con Joseph Conrad y El corazón de las tinieblas le queda muy grande a una película que se cree más importante de lo que en realidad es. Para empezar, el ritmo no siempre es el deseado, y sufre a veces de lo que podríamos llamar el "efecto Solaris" (una película con la que, por cierto, tiene bastantes puntos en común). Para continuar, como decimos, la película se cree más lista de lo que es, y a pesar de contar con un bonito y esperanzador mensaje, la cruda realidad es que la historia que nos cuenta no es ni de lejos tan interesante o crucial para el espectador como se nos quiere hacer pensar que es. Al final, nada es tan novedoso ni tan estimulante como parecía. La forma es sobresaliente e innovadora. El fondo no.
Aun así, una notable propuesta llena de ideas interesantes y sobresalientes valores cinematográficos.