Si ya de por sí es difícil acertar con una secuela, dentro del género de terror es ya prácticamente imposible. Y menos aún si se da una paradoja espacio-temporal como la de The Ring 2. Atención: la película original japonesa, y también su secuela, las dirigió Hideo Nakata. Y resulta que se hace un remake americano (sin olvidar que todo esto viene de una novela de Koji Suzuki) y su secuela la dirige... Hideo Nakata. Es decir, está rodando una secuela del remake de sus propias películas. Increíble.
El problema de The Ring 2 es que el factor sorpresa se ha perdido. Es lo mismo que la otra vez, pero con una historia mucho más débil y con la buena de Samara haciendo de las suyas desde su pozo, pero ya no nos sorprende ni nos aterroriza. Además, se da la maravillosa casualidad de que, realmente, más que una secuela de The Ring, lo que es esta película es un remake encubierto de Dark Water, también dirigida por Hideo Nakata en Japón y también basada en una novela de Koji Suzuki (y que también contó con un remake americano... por suerte no dirigido por Hideo Nakata. Qué lío, Dios santo). Cualquiera que haya visto Dark Water se da cuenta de que toda la historia que vertebra esta secuela es calcada de la de la odisea de la pequeña Ikuko y su bolsa roja.
Así, el único atractivo real de una película tan decepcionante es Naomi Watts en la piel de Rachel Keller. Aunque esta vez el guión no la acompaña, sigue teniendo carisma y talento de sobra, y nos da uno de los momentos más épicos del terror moderno en el tercio final de la cinta ("¡Yo no soy tu j***** madre!").
Para verla una vez y no más. Muy inferior a la primera y a sus hermanastras japonesas.

Lo mejor: Naomi Watts, siempre excelente.
Lo peor: Es un remake encubierto de Dark Water, y el factor sorpresa se ha perdido.