"Te gusta ser herida. Siempre eligiendo el tipo equivocado. Es una enfermedad de muchas mujeres. Siempre buscando una nueva forma de ser heridas por un nuevo hombre. Sé inteligente. No ha habido un sólo hombre nuevo desde Adán."

Vista dos veces en mi vida, la primera de ellas, más o menos con dieciocho años, pensé esto de ella:

"Estupendo film del gran Mankiewicz.
Una de las muchas razones por la que este film está considerado por un pequeño clásico es el guión, un portento después muchas veces imitado, a cargo del propio realizador, lo que siempre es sinónimo de sabiduría cinematográfica, de Philip Yordan, otro mago, éste tirando más por la parte de la aspereza y la violencia.
El resultado es una excelente cinta siempre recordada, con unos impecables diálogos y unas soberbias interpretaciones, sobre todo del enorme (por sus cualidades) Edward G. Robinson.
Muy bonita".

Vista de nuevo en noviembre de 2020 vuelvo a pensar que es una buena película, como no podía ser menos tratándose de Mankiewicz, un gigante tras la pantalla.
Sin embargo, no sé porqué, no me ha impresionado tanto como la primera vez. Supongo que es porque, pasado tantos años, he visto desde entonces muchas películas con un fondo parecido, el retrato de una familia descompuesta por los pecados del padre, que siempre trató a sus hijos más como subordinados asalariados que por miembros de su propia sangre. Esto ha hecho que no me sorprenda aunque la disfruto por cuanto, en efecto, está lleno de estimables diálogos y las interpretaciones son estupendas.
Una buena película sin duda, que no me ha gustado tanto como la primera vez. El paso del tiempo, ya se sabe...

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