No hay nada más angustiante que sufrir una pesadilla.
Bueno sí. Despertar y encontrarte con que la pesadilla, no es tal, que se ha adueñado de tu vida y que estás condicionado por cosas sobre las que no tienes ningún control y estás sólo y nadie te cree ni te comprende.
Estamos ante la adaptación de un cuento de Cornell Woolrich, escritor de novelas y cuentos policíacos y de misterio, que ha sido llevado a la pantalla en infinidad de ocasiones de la mano de grandes directores ( algunas auténticos peliculones) lo que ya constituye una garantía en sí misma.
Pero si eso fuera poco tenemos a Edward G. Robinson en el reparto como inspector de policía y cuñado de nuestro protagonista quien, con su pasmosa naturalidad, va a dotar a la historia de una gran credibilidad y que la va a acercar a la cotidianeidad realista que precisa el espectador para asumir su, improbable, argumento.
Pero, quizá, todo esto no fuera suficiente si el protagonista ( Kevin McCarthy), no defendiera bien su papel de hombre superado por las circunstancias, confuso, desorientado y angustiado, que se sabe culpable, aunque no sabe bien de qué ni por qué.
Shane, dirige con solvencia esta película instalándonos en la pesadilla junto a nuestro protagonista desde el minuto uno, en una atmósfera irreal, haciéndonos partícipes de su angustia y opresión que no nos abandonará en todo el metraje. ( spoiler)