Esta bellísima y mágica película tiene tres destellos que la hacen brillar con luz propia:

1. La ambientación. No sólo te dan ganas de visitar Nueva Zelanda, sino que los bosques y ríos, las altas y picudas montañas y las verdes praderas te transportan a ese mundo fantástico de Tolkien. Es tal la belleza de los paisajes y están tan bien captados por el equipo de producción que te permiten adentrarte en la aventura y formar parte de ella como si fueses miembro de la compañía del anillo.

2. La comarca. Esta primera entrega de la fabulosa trilogía, presume de ser aquella en la que durante más tiempo aparece retratada la tierra de los hobbits. La increíble banda sonora, combinada con la ambientación antes descrita te obligan a envidiar la forma de vida de estos pequeños seres. Si llegas a prestar atención puede que incluso huelas el humo de sus pipas y saborees su amarga cerveza.

3. Los personajes. Sí, aunque en esta película no salgan a la luz todas sus destrezas guerreriles, llegan a destacar por sí solos. Una breve presentación de cada uno nos permite tener una idea sobre cómo son. Llenos de epicidad y valentía, llegamos a amar a los "buenos" y "odiar" a los malos, a reírnos con algunos y a desear la extinción de la estirpe de otros. Todo esto sienta una sólida base para poder disfrutar no sólo esta obra, sino las de toda la saga.

Sólo podría concluir pidiéndote que disfrutes de esta película (en especial recomiendo la versión extendida a pesar de su larga duración). Tanto si estás de acuerdo con estos tres puntos como si no, no podrás negar que es una obra maestra que ha sentado un antes y un después en la fantasía y la aventura.