Todas las películas del estudio Gibli de animación japonés adolecen del mismo problema: estéticamente son maravillosas; los dibujos artesanales, tanto de los personajes como de los escenarios (generalmente espectaculares escenarios naturales), son de una factura insuperable; pero los argumentos incorporan elementos fantásticos que hacen que no acabe de introducirme en la historia. Así ocurre también en este caso en el que además resulta incomprensible la función de estos seres sobrenaturales en el argumento. Hubiese preferido que se desarrollara la parte terrenal de la historia, que podría haber dado mucho más juego.