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Voto de harryhausenn:
7
Comedia. Drama Helsinki. El joven Khaled llega oculto en un barco de carga procedente de Siria. Su solicitud de asilo es rechazada, pero decide quedarse de todos modos. Mientras, un gris comercial cincuentón llamado Wikström decide cambiar su vida y abrir un decadente restaurante. Sus caminos se cruzarán cuando una tarde Wikhström se encuentra a Khaled en la puerta de su restaurante y, emocionado, decide ofrecerle techo, comida y trabajo. Pero el ... [+]
4 de mayo de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vemos dos ojos abrirse en una montaña de carbón. De la oscuridad sale un hombre, un refugiado sirio que abandona su escondite cuando el barco que lo transportaba atraca en el puerto de Helsinki. Este hombre pide asilo en el país, pero las autoridades se lo niegan. Él, sin embargo, no cesará en su empeño de reunirse con su hermana tras haber huído ambos de la guerra.

Vuelve Kaurismaki. Fiel a su estilo, denunciando otro drama de actualidad a través de la comedia, la mejor forma posible. El finlandés siempre homenajeando el origen del cine de comedia, con Chaplin en el punto de mira, siguiendo un hilo conductor simple, sin demasiado artificio. Una comedia en la que se suceden situaciones absurdas sin olvidar en ningún momento el drama en el que se desarrolla ni la crítica que se contruye. Pero nada nuevo en la filmografía del cineasta: el paro en Nubes pasajeras, la pobreza en El hombre sin pasado, la inmigración en El Havre...

Ahora, en El otro lado de la esperanza, toca el turno a la odisea de los refugiados Gran proeza es atacar la apatía de los gobiernos al mismo tiempo que vuelve a enternecernos con este hombre que busca a su hermana. Todo sin renunciar a sus ya célebres marcianos, esos personajes caracterizados por actores que se mueven de manera maníquea y que apenas entonan, aumentando el efecto cómico y evitando la melaza que sobrecargaría un drama de por sí duro.

Si hace noventa años un vagabundo que comía sus zapatos provocaba risas, también lo hace hoy un refugiado que se pega con el propietario de un restaurante para poder dormir tras los contenedores de basura. Pese a la cruda realidad tras tales escenas, y a sabiendas que tomarse tales asuntos de manera cómica podría considerarse una falta de empatía o incluso una frivolidad, en ambos casos, funciona gracias a su fondo.

La crítica a un sistema sociópata se contrasta poniendo enfrente al pueblo llano. Ya conocimos los voluntarios de El hombre sin pasado. También el barrio de artesanos que ayudan al niño en El Havre. Aquí, el cineasta pone a personas tristes y grises frente a una crisis internacional de tal envergadura. La solidaridad de un mínimo gesto del individuo más banal resulta que puede cambiar el rumbo de la vida de alguien en apuros. Y es precisamente eso lo que la película reivindica. La colaboración entre individuos contra las estructuras de poder inhumanas. El color y la vitalidad que suponen los extranjeros en cada rincón. Algo tan evidente que asusta que no parezca posible.
harryhausenn
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