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Voto de harryhausenn:
7
6,0
55
Drama
Tras la muerte de su madre, un joven soldado asentado en el desierto tunecino vuelve a casa gracias a un permiso de una semana. Nunca volverá al ejército, que decide desertar por siempre. Mientras huye es perseguido por la policía hasta que llega a una zona de construcción de un pueblo en crecimiento. Allí desaparece. Un día, mientras una mujer embarazada pasea por el medio del bosque, encuentra a un hombre de extraña apariencia. Es el ... [+]
1 de abril de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando se nos lanza un hechizo perdemos el control, nos reducimos, nos inhibimos, quedamos a merced del conjuro. Y sin embargo, a la vez, somos libres de nuestro entorno, de nuestros problemas. El cine también es un hechizo momentáneo y a la vez duradero. Tlamess es un hechizo cuyo efecto surte a fuego lento, sin que nos demos cuenta. Su efecto puede ser el esperado o uno no deseado, lo que no es discutible es su capacidad de embrujar al espectador.
Un desertor que huye. Una mujer atrapada. Dos caminos que al cruzarse, crean magia. Desde Túnez llega una propuesta poética, potente y extraordinaria.
Un desertor que huye. Una mujer atrapada. Dos caminos que al cruzarse, crean magia. Desde Túnez llega una propuesta poética, potente y extraordinaria.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Tras la muerte de su madre, un soldado abandona el ejército. La visión del ataúd lo revuelve hasta el punto de aceptar convertirse en un fugitivo de por vida. La película comienza en su primer segmento con una caza al hombre, un thriller con medios modestos pero con ideas que muestran el carácter del director tras la cámara. Por ejemplo, el plano aéreo de varios minutos que sobrevuela el minarete de una mezquita para recorrer toda la ciudad, de noche, al estilo de las películas de acción americanas de los noventa. El drone que graba termina posándose en un descampado, lejos del centro urbano, donde el hombre duerme a la intemperie. Este mismo hombre más tarde será herido y en un plano secuencia le seguiremos, viendo cómo se tambalea, cómo se desangra, hasta que finalmente desaparece en el espesor del bosque. Dos momentos cruciales de la historia acompañados por una puesta en escena vibrante y concisa.
Años más tarde, una mujer casada con un hombre de éxito se muda a un chalet de lujo. Casa perfecta, muebles perfectos, matrimonio perfecto, vida perfecta. Un modo de vida insoportable por el que la mujer sufre. Todo parece que el relato virará hacia el melodrama hasta que un día, paseando por un bosque cercano a su casa, la mujer encuentra al fugitivo y ninguno de los dos, ni la película, ni el director, ni los espectadores seremos ya los mismos. El gran giro de Tlamess llega con este rencuentro, con el hechizo lanzado cuando el encuentro tiene lugar. Un cambio de tono, de estilo y de dirección.
En el nuevo milenio, una escuela de cine ha aparecido tímidamente en festivales y ha ganado fuerza con el paso de los años. Se trata de un cine abstracto y complejo que no responde a patrones clásicos de narrativa. El surrealismo podría encajar en tal descripción, pero esta escuela tampoco respeta unas normas básicas de lógica o coherencia respecto al relato en sí mismo.
Leyendo tal afirmación podría pensarse que se trata de un cine irreflexivo, de un disparate, de una estafa. Nada más lejos de la realidad. Se trata de un arte más enfocado a la experiencia sensorial más que a la racional. En defitiniva, al sentir más que al pensar. Y tan fascinante resulta adaptar un texto a la narrativa cinematográfica como recrear una atmósfera a través de la imagen y el sonido para despertar sensaciones en el espectador, sin necesidad de una historia en su sentido literal.
Esta escuela no es nueva. Desde hace décadas el cine asiático y africano cuentan con una gran tradición en la representación de la naturaleza en la pantalla. Pero quizás esta nueva corriente de autores no occidentales ha sabido dar un pequeño pero importante paso para utilizar, igualmente, la magia y el ocultismo, mezclarlo con el mundo natural y borrar los límites de ambos sin que sepamos dónde empieza uno y termina el otro. Este estilo alcanzó la cumbre cuando Apitchapong Weerasethakul logró la Palma de Oro en 2010 por Tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas y no en vano, el tailandés se ha convertido en uno de los cineastas más influyentes de estos últimos años desde que presentase en 2004, también en Cannes, Tropical malady.
Tlamess no quiere que intentemos comprender por qué de repente los personajes dejan de hablar, por qué una serpiente gigante aparece o por qué un macho amamanta a un bebé. Lo que Tlamess pretende es que sintamos respectivamente la potencia del conjuro, la amenaza sobrenatural y la fascinación por lo desconocido. Es a su vez, una historia acerca de la liberación de un mundo moderno rígido y opresivo para encontrar la libertad, espiritual y artística, en una naturaleza omnipotente y desbordante.
hommecinema.blogspot.com
Años más tarde, una mujer casada con un hombre de éxito se muda a un chalet de lujo. Casa perfecta, muebles perfectos, matrimonio perfecto, vida perfecta. Un modo de vida insoportable por el que la mujer sufre. Todo parece que el relato virará hacia el melodrama hasta que un día, paseando por un bosque cercano a su casa, la mujer encuentra al fugitivo y ninguno de los dos, ni la película, ni el director, ni los espectadores seremos ya los mismos. El gran giro de Tlamess llega con este rencuentro, con el hechizo lanzado cuando el encuentro tiene lugar. Un cambio de tono, de estilo y de dirección.
En el nuevo milenio, una escuela de cine ha aparecido tímidamente en festivales y ha ganado fuerza con el paso de los años. Se trata de un cine abstracto y complejo que no responde a patrones clásicos de narrativa. El surrealismo podría encajar en tal descripción, pero esta escuela tampoco respeta unas normas básicas de lógica o coherencia respecto al relato en sí mismo.
Leyendo tal afirmación podría pensarse que se trata de un cine irreflexivo, de un disparate, de una estafa. Nada más lejos de la realidad. Se trata de un arte más enfocado a la experiencia sensorial más que a la racional. En defitiniva, al sentir más que al pensar. Y tan fascinante resulta adaptar un texto a la narrativa cinematográfica como recrear una atmósfera a través de la imagen y el sonido para despertar sensaciones en el espectador, sin necesidad de una historia en su sentido literal.
Esta escuela no es nueva. Desde hace décadas el cine asiático y africano cuentan con una gran tradición en la representación de la naturaleza en la pantalla. Pero quizás esta nueva corriente de autores no occidentales ha sabido dar un pequeño pero importante paso para utilizar, igualmente, la magia y el ocultismo, mezclarlo con el mundo natural y borrar los límites de ambos sin que sepamos dónde empieza uno y termina el otro. Este estilo alcanzó la cumbre cuando Apitchapong Weerasethakul logró la Palma de Oro en 2010 por Tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas y no en vano, el tailandés se ha convertido en uno de los cineastas más influyentes de estos últimos años desde que presentase en 2004, también en Cannes, Tropical malady.
Tlamess no quiere que intentemos comprender por qué de repente los personajes dejan de hablar, por qué una serpiente gigante aparece o por qué un macho amamanta a un bebé. Lo que Tlamess pretende es que sintamos respectivamente la potencia del conjuro, la amenaza sobrenatural y la fascinación por lo desconocido. Es a su vez, una historia acerca de la liberación de un mundo moderno rígido y opresivo para encontrar la libertad, espiritual y artística, en una naturaleza omnipotente y desbordante.
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