Una de las obras maestras de la animación, un canto a vivir la infancia tal y como debería ser -inocente y despreocupada- incluso lidiando con problemas que los niños no deberían de pasar, como la enfermedad de la madre de las protagonistas. Su estética y personajes están tan cuidados y mimados como es habitual del Studio Ghibli, y el ritmo lento de la película -que puede resultar tedioso para algunos- te permite disfrutar al máximo de las escenografías y sus maravillosos detalles.
Tierna, preciosa, encantadora; una oda no sólo a la infancia y al positivismo, también a la naturaleza, con unos protagonistas inolvidables, sobre todo Totoro, un gigante achuchable y bondadoso. Cuando terminé la película me dolían las mejillas de sonreír. Muy recomendada.