Fernando Robles (Federico Luppi) es el protagonista absoluto de esta película, una vez le comunican su jubilación forzada seguirá dando lecciones de vida y moralidad tanto a los espectadores como a su propia familia. Empezando por su hijo, al cual le reprocha su vida en Madrid como asalariado y con una familia, quizá no se casó con la mujer de su vida y no se dedica a sus pasiones culturales pero mantiene a su familia, e incluso se ofrece y es capaz de ayudar económicamente a sus padres.

Fernando económicamente en su vida fue un desastre, no triunfo como académico y es un zurdo pero ya mayor como para alabar al peronismo. Deja en mal lugar el paso desde un departamento en Buenos Aires a un pequeño pueblo, donde todo es vulgar y paleto. La vida en el pueblo no son gallinas, postres caseros y plantas.

Demasiado argentino, demasiado palabrería que dificulta la asimilación de los mensajes. No hay que darle una lección de moral a la pareja cada mañana, ni hablar de la Ilustración con los amigos, ni poner el número 1789 a tu puerta. Suelo conectar con las películas argentinas (Martin H, La vida de sus ojos, Ciudadano Ilustre, Relatos Salvajes) y esta película cuadraba con mis gustos, pero no aguante el personaje principal y no encajé emocionalmente con sus temas insistentes.