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Voto de Chris Jiménez:
2
Ciencia ficción. Fantástico. Acción Gracias a una explosión volcánica, un grupo de científicos se ponen en contacto con una cultura submarina muy avanzada. Gracias a su bathyspere descenderán hasta un lugar místico y maravilloso llamado Latitud Cero. (FILMAFFINITY)
7 de mayo de 2023
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En cuanto a viajes alucinantes por tierras perdidas, ¿qué hay que no hayamos visto ya? Pues incluso nos podemos sorprender con el aquí organizado.
A más de 20.000 leguas de la superficie, un gran reino se alza y numerosos peligros y aventuras se suceden, de no creerlas.

Si uno hace por recordar las coproducciones en las que se involucró la industria cinematográfica japonesa durante los '60, con sus atractivos elencos multirraciales, altos presupuestos y buen empleo de "espectaculares" efectos especiales, tal vez la más conocida sea "The Green Slime" de Fukasaku, sin por ello dejar de ser también la más ridícula; este último puesto, al menos, se pondría en disputa cuando al año siguiente Don Sharpe y Tomoyuki Tanaka se reúnen con la intención de programar una saga de películas de fantasía y ciencia-ficción siguiendo la fórmula del momento.
El primero quiere adaptar a la gran pantalla un antiguo "radio-show" del guionista Ted Sherdeman, basado en las andanzas de unos científicos perdidos en un mundo subacuático imposible; habría sido un proyecto que tendría a los de Toho entusiasmados de no ser por la bancarrota de la compañía del productor americano a mitad de rodaje. Por culpa de dicho problema y otros, derivados de encargarse de un equipo medio extranjero, y sumado a algunos casos de enfermedad por gripe entre éstos, los del lado japonés desperdician mucho dinero, tal vez demasiado. El clima de insatisfacción y agobio parece transmitirse desde el comienzo del propio film...

Los protagonistas que nos llevan al corazón de la aventura son dos científicos (Tashiro y Mason (éste, a pesar de en un papel de europeo, es tan japonés como su colega) ) y el clásico reportero americano Lawton; un prólogo realmente prometedor con los tres atrapados en una pequeña batisfera (en la que desde fuera parece no caber ni un alfiler) tras temblar la tierra del sector 0 al que se han dirigido. Eiji Tsuburaya, en su última colaboración con Ishiro Honda, consigue uno de sus mejores momentos con ese fiero volcán submarino que estalla y desplaza al trío de su ruta.
Y asimismo la trama, siguiendo la original de Sherdeman. Lo que podría haberse convertido en una historia de desastres naturales o simples aventuras marinas vira en redondo al entrar en escena dos individuos que rescatan a los anteriores y los llevan a un submarino de avanzada tecnología. Llega la ciencia-ficción, y con la parafernalia que podríamos esperar de la época; todo escandalosamente "kitsch", coloridos decorados y una tripulación esperpéntica. El pobre Joseph Cotten de homosexual de Miami con ropas chillonas y pañuelo al cuello, y la guapa Linda Haynes y los demás en la versión más "popera" de "Star Trek".

¿Dónde nos hemos metido, demonios? Según las fantasiosas explicaciones del capitán McKenzie, su edad es muy longeva y proceden de una tierra maravillosa bajo el mar, lo que se entendería como sociedad utópica paralela, la cual visitamos más tarde. Así, las "20.000 Leguas de Viaje Submarino" de Verne se cruzan con "La Ciudad Sumergida", estrenada poco antes, y nos ofrece la cara opuesta de la terrorífica comunidad de los Mu, aquellos malvados de "Atragon", obra anterior de Honda; la gente de Latitud 0 vive en harmonía, pura paz y los recursos de los que disponen son destinados a buenas causas.
En aquellas fechas de Guerra Fría y potencias enfrentadas eso es todo un sueño; el reportero americano desconfía, claro, de esta especie de Atlántida moderna que no desea compartir sus secretos con los demás. No por soberbia, como sucedía con el reino imaginado de Platón, sino por miedo al mal uso de esos elementos en manos de los poderosos (subrayado por un instante amargo donde el reportero americano, claro, se queda con unos cuantos diamantes que sólo sirven de material de trabajo a los habitantes); ojalá el guión hubiese profundizado en un discurso tan oportuno y serio, o por lo menos en los personajes. Pero hay cosas más importantes que resolver...

Algo que ya nos fue presentado mucho antes de sumergirnos en la ciudad. Nada más y nada menos que ese César Romero de némesis malvada del capitán McKenzie, un puro trasunto de esos patéticos villanos de los seriales clásicos de superhéroes, y ataviado con los mismos ropajes (¡y que no le falta ni la capa!); se recuerda "Más allá de la Barrera del Tiempo" por el modo en que el protagonista era empujado a participar en las rivalidades de los personajes que le rodeaban. El piloto militar de aquélla por los científicos aquí, invitados a una fiesta privada que en absoluto les incumbe (Tashiro sólo quiere estudiar las condiciones del lugar, Lawton irse de allí y contárselo a todo el mundo y Mason beneficiarse cuanto antes a Anne).
Para compensar tanto agujero de guión y terrible actuación Honda nos manda a la aventura, a derrocar al tirano dr. Malic y rescatar a un científico secuestrado; esto sería medianamente decente (el uso de maquetas, escenarios de fantasía y pirotecnias varias mola y mucho) de no ser por cómo el guión se ahoga en el fango al meter monstruos de por medio y experimentos aberrantes intentando seguir con el filón de los ya olvidados "kaiju-eiga", rematando la faena el ver a Cotten y al resto del elenco en trajes de baño dorados y disparando ráfagas de fuego por los dedos de sus guantes. La fantasía se eleva al delirio más absurdo y cuesta mirar a pantalla.

Hay que reconocer que en aquella época se realizaron muchas películas de ficción y fantasía tan "kitsch" y surrealistas como la que nos atañe; un buen ejemplo son las de "James Bond", hoy día ridículas, sí, pero guardan cierto encanto entrañable. "Latitud 0", por el contrario, ya resultaba entonces vergonzosa y desfasada.
Esto lo demuestra su pésima taquilla, recaudando tres veces menos de su presupuesto; se entiende tal descontento, y más con un epílogo tan tremendamente confuso y ambiguo que ojalá no hubiera existido.
Chris Jiménez
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