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Voto de Chris Jiménez:
8
Bélico Chris (Charlie Sheen) es un joven e inexperto soldado norteamericano es enviado a la frontera entre Vietnam y Camboya para incorporarse a un pelotón, en pleno frente de batalla contra las tropas norvietnamitas. Además de la crueldad de la guerra, tendrá que sufrir las difíciles relaciones con sus camaradas... Oscarizada primera entrega de la trilogía de Stone sobre la guerra de Vietnam. (FILMAFFINITY)
2 de marzo de 2024
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Eso es lo que en un momento dado, mientras escribe a sus familiares, dice Taylor: "Estos hombres son el alma, el corazón de América...".
Su opinión cambiará en poco tiempo cuando ese corazón quede cubierto de barro y sangre. Y de alma no quedará tampoco nada.

Dudo que Oliver Stone viera ningún alma ni corazón en sus días de servicio en Vietnam; si vio algo fue la degradación psicológica, física y emocional de un chico que marchó de la ciudad a las tripas del Infierno. Al retroceder hasta su primer trabajo, "Last Year in Vietnam", nos damos de bruces con lo que hay dentro de su cabeza y su espíritu, ambos destrozados; desde aquellos días, tras su regreso, deseaba poder relatar sus experiencias, desgraciadamente el proyecto que conocemos como "Platoon" necesitó 16 años de maduración, pasar por muchas reescrituras, por muchas manos (incluidas las de Jim Morrison antes de fallecer), por muchas otras experiencias de aprendizaje en el mundo del cine...
Al entrar en la película, si nunca hemos visto nada relacionado con Vietnam, lo hacemos con ojos inocentes, los de Taylor, los del jovencito Charlie Sheen, que son, básicamente, los del mismo Stone. Entramos como señoritos de ciudad, tal vez no pensando en lo peor, un idealismo basura; el anterior escribe el guión metiéndose en la piel del protagonista y dándose otro nombre: un idealista de familia rica que se siente perdido, deja de cursar estudios y se va a Vietnam a hacer algo. Un cruzado, dice aquí el personaje de Keith David, y seguiremos su evolución en la contienda del mismo modo que fue filmada la película: cronológicamente.

Stone, que ya había comprobado las penurias de un rodaje a "gran escala" en "Salvador", atravesó no pocos episodios de paranoia durante el de "Platoon" en una Filipinas dañada por la tormenta política del presidente Marcos; se podría decir que para aquél la guerra seguía muy presente. Esa sensación de cruda autenticidad, pero siempre perfeccionada por una labor técnica fascinante gracias a Bruno Rubeo (al diseño de producción), Georges Delerue (a la música) y Robert Richardson (a la fotografía), se respira en cada centímetro del plano y en la mirada de cada actor, exhaustivamente entrenados para experimentar la dureza que vivían sus personajes.
No hay más historia que la suya en "Platoon". No hay intrigas, ni grandes arcos intimistas...esto es Vietnam, puro y duro. El centro es la terrible rutina y el terrible escenario que va describiendo Taylor, y a los que debe amoldarse perdiendo su humanidad por el camino, tras tragar barro, pisar los cadáveres de miembros de un bando y otro, agujerear la cabeza a algún soldado del Ejército Popular o, como llegan a hacer algunos de sus compañeros, asesinar y violar a mujeres y tal vez también a niños. Stone se recrea en lo más importante: la pérdida de la razón y el odio alimentado por una venganza en nombre de no se sabe muy bien qué.

No hay banderas en los pantanos de Tay Ninh, los chicos (una troupe de jovencitos donde reconocemos a Kevin Dillon, Forest Whitaker, Johnny Depp, Corey Glover, John McGinley o Reg Johnson) reniegan de su país, porque no existe el sentimiento de patriotismo, sólo la realidad: unos hombres de distinto color de piel están matando americanos sin conciencia ni piedad. Conclusión: hay que hacer lo mismo. El retrato que se da no es tanto a nivel colectivo como en "La Colina de la Hamburguesa" (realizada antes pero estrenada después), sino que siempre decide centrarse en el álter-ego de Stone, Taylor.
Y lo único que destaca más allá de los pensamientos, las emociones y la deshumanización del protagonista es una lucha entre dos soldados debido a los métodos más humanitarios de uno (Elias) y al carácter psicótico de otro (Barnes), encarnados por unos magistrales Willem Dafoe y Tom Berenger, sin problemas para zamparse al resto del reparto nada más aparecer en pantalla; en realidad son los que inyectan sangre y rabia a la película, ya que es una rivalidad que consigue dividir a los miembros del pelotón incluso con más ahínco que los norvietnamitas (quienes (era de esperar, claro) carecen de ninguna profundidad, son sólo siluetas que emergen de detrás de los árboles o esperan en las sombras).

El guión tampoco presenta ninguna operación ni incursión real que haga avanzar la trama, como tantas veces se ha visto en otros títulos bélicos. Sólo hacia el final, y como pretexto para liberar los demonios y poder llevar a cabo Taylor su venganza por la traición de Barnes, se hará alusión a la cruenta Batalla de Año Nuevo, donde en la madrugada del 1 de Enero de 1.968 soldados del Vietcong pillaron desprevenidas a las patrullas de la 25.ª División de Infantería (a la que pertenecía el director), apostadas en una base en la aldea de Suoi Cut, cuando se había garantizado una supuesta tregua de paz de dos días.
Cruenta además de polémica, porque fue un salvaje enfrentamiento (se recrea tal como ocurrió) y nunca hubo comentarios en los medios norteamericanos sobre ello. Pero sigue siendo la batalla personal de Barnes y Elias lo que mejor ejemplifica hasta qué límites el espíritu y la razón de aquellos hombres se veían reducido a cenizas; sólo quedará una verdad absoluta: cuando Taylor mate se convertirá en el próximo Barnes, y así sucesivamente. La impresionante recaudación y la aceptación crítica dio pie entonces a seguir extendiendo en el cine las aventuras en el maldito Vietnam, pero no muchas obras rezuman el realismo de "Platoon", porque todo lo que se muestra lo vio Stone con sus propios ojos...

Hay una gran diferencia entre los directores que actualmente se lanzan a realizar cine bélico, que sólo han aprendido con el cine, y los de antaño, quienes sirvieron realmente.
Al igual que Fuller, Altman, Fukasaku o Huston, Stone experimentó el dolor, la pérdida y la miseria de la guerra, ese sentimiento, impregnado en las poderosas imágenes de "Platoon", se nos mete en la piel a través de la pantalla y se siente en los huesos.
Chris Jiménez
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