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Voto de Chris Jiménez:
9
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Drama. Aventuras
Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Un grupo de oficiales ingleses y norteamericanos que están prisioneros en un campo de concentración nazi, se proponen organizar una fuga en la que se verán implicados doscientos cincuenta presos. Para llevar a cabo su plan comienzan a excavar tres túneles. (FILMAFFINITY)
19 de febrero de 2018
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Al Sureste de Berlín se erige una fortaleza infranqueable: sismógrafos estratégicamente colocados, kilómetros de alambrada, torres con vigías y subsuelo arenoso garantizan la reclusión absoluta.
Un hombre la desafiará para emprender una fuga, de las más espectaculares de la Historia. Él es Roger Bushell, pero todos le conocen como "Big X".
Una vez empezaron a cicatrizar las heridas morales producidas por la 2.ª Guerra Mundial, el cine pudo dirigir su mirada hacia este acontecimiento dejando a un lado los aspectos propagandísticos de la participación en el conflicto de sus respectivos países de origen, características presentes en casi todas las muestras del género en los años '40 y '50; llegada la siguiente y contestataria década, la Guerra Fría impuso nuevas alianzas entre antiguos adversarios y el cine se encontró enfrentado al poder de la televisión, lo que motivó su orientación hacia grandes obras con las que contrarrestrar su influjo.
En este entorno se encuadra la recuperación de la guerra como espectáculo en el que rememorar hazañas al tiempo que se abandona el maniqueísmo, de tal forma que los alemanes, aliados ahora en lo político y económico, pasan de ser nazis desalmados e inteligentes a bufonescos adversarios, una orientación que origina títulos más aventurescos y de escaso rigor histórico. Es el tiempo de súperproducciones como "El Día más Largo", cuya construcción grandilocuente animada por un extenso reparto estelar abre la puerta a la aventura de "La Gran Evasión" (también será culpable de ello la aplaudida "Le Trou", realizada poco antes por el francés Jacques Becker).
Tras el éxito cosechado por la inteligente adaptación del clásico de Kurosawa "Los Siete Samuráis" al universo del "western" y otros trabajos menores como "Tres Sargentos", el director y productor John Sturges desea embarcarse en un proyecto aún más ambicioso: llevar a la gran pantalla la obra "The Great Escape", cuyo autor es el australiano Paul C.J. Brickhill, piloto aéreo durante la guerra y prisionero del Stalag Luft III, donde ayudó en la impresionante aunque fallida huida organizada por Bushell, líder del escuadrón de la R.A.F., pero de la cual se vio obligado a separarse finalmente. Historia que por supuesto merecía contarse.
Ante un proyecto de tamañas proporciones, Sturges contó una vez más con la ayuda de la Mirisch Company, el talentoso guionista James Clavell ("Escuadrón 633", "La Mosca") y el autor William R. Burnett. Se reúnen los medios necesarios para construir la réplica del campo de concentración original, lo que resulta costoso por la intención del cineasta de rodar en Alemania y lo más cerca posible de los escenarios donde tuvo lugar la acción, ubicada poco después de haberse levantado un nuevo campo de prisioneros dentro del Reich en cuyo diseño se han empleado todas las técnicas para hacer sus cercos de alambre imposibles de atravesar, y supervisada por el coronel de la Luftwaffe Von Luger.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
La intención era revertir la derrota hasta transformarla en una página histórica de inmortal brillantez, para ello nada mejor que recurrir a una sólida composición de personajes, donde destacan aquéllos sobre los que pesa la responsabilidad del proyecto, dueños de una portentosa tenacidad, inasequible al desánimo, y a una estructura que se desarrolla en varias líneas paralelas a medida que la acción sigue de cerca a los fugados en sus distintas peripecias.
Ese capítulo es el que contiene las secuencias más emocionantes y recordadas, como la enloquecida carrera en moto de Hilts, el agrio final del entrañable Blythe o la desesperada huida de Bartlett a través de las calles de la ciudad.
Pero tampoco debemos olvidar la algarabía del 4 de Julio, los continuos enfrentamientos de Hilts, la preparación de los túneles "Tom", "Dick" y "Harry" y las grandes dificultades de los hombres para atravesarlos al llegar el día clave; las imágenes que capta Sturges son auténticas y abrasivas y el ambiente que crea, ayudándose del diseño artístico, la partirura de Elmer Bernstein y la fotografía de Daniel Fapp, rebosa suspense, tensión y dolor, todo ello sin abandonar en ningún momento la aventura y un cierto tono épico con la intención de encumbrar a los que escapen e inmortalizar a los que caigan.
Aunque sean los actores americanos, Charles Bronson, James Garner o James Coburn, los que sobresalgan en el reparto, nada desplaza a esos magníficos Donald Pleasance, Hannes Messemer, James Donald, Gordon Jackson, David McCallum, Angus Lennie y el gran Richard Attenborough; eso sí, al final todas las miradas recaen sobre ese incombustible Steve McQueen, el rey de la función, a quien no le pesa contar con un papel secundario en la trama para hacerse con el protagonismo cada vez que aparece en pantalla, y es que pocos personajes en su carrera le han sentado tan bien como el capitán Virgil "The Cooler King" Hilts.
Filmada en espectacular Panavision por un Sturges que ya había dado títulos inolvidables al cine de grandes presupuestos, inmensos repartos y aires comerciales nada disimulados (y que seguiría dando durante un tiempo), quizás éste no conseguiría llegar de nuevo a las cotas de éxito y popularidad obtenidas con "La Gran Evasión" (nominada al Globo de Oro a Mejor Película, que debió haberse llevado), una obra redonda y agridulce sin ningún rigor histórico pero superlativa dentro de la aventura histórica y tremendamente influyente para futuros cineastas.
200 hombres quisieron irse, sólo tres lograron su objetivo. Aun así la emoción, el frenesí, es tal que realmente dan ganas de dejarlo todo y pasarse un par de días en compañía de Bartlett y MacDonald preparando el plan de fuga o celebrando con los muchachos el Día de la Independencia.
Un hombre la desafiará para emprender una fuga, de las más espectaculares de la Historia. Él es Roger Bushell, pero todos le conocen como "Big X".
Una vez empezaron a cicatrizar las heridas morales producidas por la 2.ª Guerra Mundial, el cine pudo dirigir su mirada hacia este acontecimiento dejando a un lado los aspectos propagandísticos de la participación en el conflicto de sus respectivos países de origen, características presentes en casi todas las muestras del género en los años '40 y '50; llegada la siguiente y contestataria década, la Guerra Fría impuso nuevas alianzas entre antiguos adversarios y el cine se encontró enfrentado al poder de la televisión, lo que motivó su orientación hacia grandes obras con las que contrarrestrar su influjo.
En este entorno se encuadra la recuperación de la guerra como espectáculo en el que rememorar hazañas al tiempo que se abandona el maniqueísmo, de tal forma que los alemanes, aliados ahora en lo político y económico, pasan de ser nazis desalmados e inteligentes a bufonescos adversarios, una orientación que origina títulos más aventurescos y de escaso rigor histórico. Es el tiempo de súperproducciones como "El Día más Largo", cuya construcción grandilocuente animada por un extenso reparto estelar abre la puerta a la aventura de "La Gran Evasión" (también será culpable de ello la aplaudida "Le Trou", realizada poco antes por el francés Jacques Becker).
Tras el éxito cosechado por la inteligente adaptación del clásico de Kurosawa "Los Siete Samuráis" al universo del "western" y otros trabajos menores como "Tres Sargentos", el director y productor John Sturges desea embarcarse en un proyecto aún más ambicioso: llevar a la gran pantalla la obra "The Great Escape", cuyo autor es el australiano Paul C.J. Brickhill, piloto aéreo durante la guerra y prisionero del Stalag Luft III, donde ayudó en la impresionante aunque fallida huida organizada por Bushell, líder del escuadrón de la R.A.F., pero de la cual se vio obligado a separarse finalmente. Historia que por supuesto merecía contarse.
Ante un proyecto de tamañas proporciones, Sturges contó una vez más con la ayuda de la Mirisch Company, el talentoso guionista James Clavell ("Escuadrón 633", "La Mosca") y el autor William R. Burnett. Se reúnen los medios necesarios para construir la réplica del campo de concentración original, lo que resulta costoso por la intención del cineasta de rodar en Alemania y lo más cerca posible de los escenarios donde tuvo lugar la acción, ubicada poco después de haberse levantado un nuevo campo de prisioneros dentro del Reich en cuyo diseño se han empleado todas las técnicas para hacer sus cercos de alambre imposibles de atravesar, y supervisada por el coronel de la Luftwaffe Von Luger.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
La intención era revertir la derrota hasta transformarla en una página histórica de inmortal brillantez, para ello nada mejor que recurrir a una sólida composición de personajes, donde destacan aquéllos sobre los que pesa la responsabilidad del proyecto, dueños de una portentosa tenacidad, inasequible al desánimo, y a una estructura que se desarrolla en varias líneas paralelas a medida que la acción sigue de cerca a los fugados en sus distintas peripecias.
Ese capítulo es el que contiene las secuencias más emocionantes y recordadas, como la enloquecida carrera en moto de Hilts, el agrio final del entrañable Blythe o la desesperada huida de Bartlett a través de las calles de la ciudad.
Pero tampoco debemos olvidar la algarabía del 4 de Julio, los continuos enfrentamientos de Hilts, la preparación de los túneles "Tom", "Dick" y "Harry" y las grandes dificultades de los hombres para atravesarlos al llegar el día clave; las imágenes que capta Sturges son auténticas y abrasivas y el ambiente que crea, ayudándose del diseño artístico, la partirura de Elmer Bernstein y la fotografía de Daniel Fapp, rebosa suspense, tensión y dolor, todo ello sin abandonar en ningún momento la aventura y un cierto tono épico con la intención de encumbrar a los que escapen e inmortalizar a los que caigan.
Aunque sean los actores americanos, Charles Bronson, James Garner o James Coburn, los que sobresalgan en el reparto, nada desplaza a esos magníficos Donald Pleasance, Hannes Messemer, James Donald, Gordon Jackson, David McCallum, Angus Lennie y el gran Richard Attenborough; eso sí, al final todas las miradas recaen sobre ese incombustible Steve McQueen, el rey de la función, a quien no le pesa contar con un papel secundario en la trama para hacerse con el protagonismo cada vez que aparece en pantalla, y es que pocos personajes en su carrera le han sentado tan bien como el capitán Virgil "The Cooler King" Hilts.
Filmada en espectacular Panavision por un Sturges que ya había dado títulos inolvidables al cine de grandes presupuestos, inmensos repartos y aires comerciales nada disimulados (y que seguiría dando durante un tiempo), quizás éste no conseguiría llegar de nuevo a las cotas de éxito y popularidad obtenidas con "La Gran Evasión" (nominada al Globo de Oro a Mejor Película, que debió haberse llevado), una obra redonda y agridulce sin ningún rigor histórico pero superlativa dentro de la aventura histórica y tremendamente influyente para futuros cineastas.
200 hombres quisieron irse, sólo tres lograron su objetivo. Aun así la emoción, el frenesí, es tal que realmente dan ganas de dejarlo todo y pasarse un par de días en compañía de Bartlett y MacDonald preparando el plan de fuga o celebrando con los muchachos el Día de la Independencia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Los involuntarios huéspedes de este esfuerzo carcelario son en su mayoría pilotos y miembros de las tripulaciones de los aviones británicos abatidos por los alemanes (y es que en la realidad, al contrario que en el film, muy pocos eran los prisioneros norteamericanos), cuya intención va más allá de la simple reclusión de sus enemigos, ya que buena parte de ellos acumulan una larga experiencia en fugas; rápidamente comprobamos cómo para estos hombres entrenados a combatir desde el aire el hecho de ser capturados no supone el fin de la guerra, sino su continuación por otros métodos. En esta ocasión por tierra, y bajo ella.
Entre los reclusos que conocemos ninguno le quita el sueño a los altos mandos tanto como Roger Bartlett (trasunto de Bushell), ambicioso oficial de la R.A.F. que pese a haber sido brutalmente torturado por la Gestapo pretende humillar al enemigo planeando la evasión de nada menos que 200 hombres. Con el escenario conocido y el plan pensado ahora Clavell y Burnett nos presentarán al grupo de expertos que hará posible la hazaña, entre los que hallan (convenientemente) hábiles dibujantes capaces de falsificar cualquier papel, constructores de sofisticados túneles, sastres y conocedores del idioma alemán.
Y este equipo de hombres desgraciados, algunos lisiados, hundidos en la desesperación pero unidos por el coraje y el anhelo de volver a su país natal, al que se incorpora Hilts, un rebelde y carismático capitán demasiado testarudo como para someterse a cualquier tipo de disciplina, lo que le valdrá para ser encerrado en una celda de aislamiento (más conocida como "la nevera"), deberá sobreponerse a todas las dificultades, incluida la muerte de sus miembros y el posterior descubrimiento de uno de los túneles para, a base de tenacidad, ingenio y no pocas dosis de humor, hacer posible la fuga, que tendría lugar la noche del 24 de Marzo de 1.944.
Con su enérgica dirección y nervio tras la cámara, con la que consigue registrar a partes iguales la dureza, violencia, claustrofobia, amargura y mordacidad que transmite la atmósfera en el interior de las paredes de la fortaleza, Sturges contribuye a desdramatizar el conflicto en el hecho de ser capturado y la constante obsesión por la fuga en masa, convirtiéndolo en una interesante partida de ajedrez de resultados previsibles y deseados por el espectador, sobre todo el americano (tanto más cuanto que son ellos quien acaban acaparando el protagonismo...): el triunfo de los hábiles prisioneros aliados frente a la terca idiotez de sus captores alemanes.
Nada que ver con la realidad concentracionaria del Reich ni con el caso concreto de aquellos aviadores cuya hazaña acabaría convertida en trágico fracaso, al punto de forzar al alto mando británico a revocar la orden de intentar la fuga a cualquier precio; pero el cine no es un libro de historia del que extraer conceptos, sino una forma de recrear la realidad para convertirla en pasatiempo, y en ese sentido el film es una misión coronada con el mayor de los triunfos, pues "La Gran Evasión" bien podría haberse titulado "El Gran Fracaso" debido a la magnitud de las bajas sufridas por los prisioneros en el transcurso de los tristes hechos reales.
Entre los reclusos que conocemos ninguno le quita el sueño a los altos mandos tanto como Roger Bartlett (trasunto de Bushell), ambicioso oficial de la R.A.F. que pese a haber sido brutalmente torturado por la Gestapo pretende humillar al enemigo planeando la evasión de nada menos que 200 hombres. Con el escenario conocido y el plan pensado ahora Clavell y Burnett nos presentarán al grupo de expertos que hará posible la hazaña, entre los que hallan (convenientemente) hábiles dibujantes capaces de falsificar cualquier papel, constructores de sofisticados túneles, sastres y conocedores del idioma alemán.
Y este equipo de hombres desgraciados, algunos lisiados, hundidos en la desesperación pero unidos por el coraje y el anhelo de volver a su país natal, al que se incorpora Hilts, un rebelde y carismático capitán demasiado testarudo como para someterse a cualquier tipo de disciplina, lo que le valdrá para ser encerrado en una celda de aislamiento (más conocida como "la nevera"), deberá sobreponerse a todas las dificultades, incluida la muerte de sus miembros y el posterior descubrimiento de uno de los túneles para, a base de tenacidad, ingenio y no pocas dosis de humor, hacer posible la fuga, que tendría lugar la noche del 24 de Marzo de 1.944.
Con su enérgica dirección y nervio tras la cámara, con la que consigue registrar a partes iguales la dureza, violencia, claustrofobia, amargura y mordacidad que transmite la atmósfera en el interior de las paredes de la fortaleza, Sturges contribuye a desdramatizar el conflicto en el hecho de ser capturado y la constante obsesión por la fuga en masa, convirtiéndolo en una interesante partida de ajedrez de resultados previsibles y deseados por el espectador, sobre todo el americano (tanto más cuanto que son ellos quien acaban acaparando el protagonismo...): el triunfo de los hábiles prisioneros aliados frente a la terca idiotez de sus captores alemanes.
Nada que ver con la realidad concentracionaria del Reich ni con el caso concreto de aquellos aviadores cuya hazaña acabaría convertida en trágico fracaso, al punto de forzar al alto mando británico a revocar la orden de intentar la fuga a cualquier precio; pero el cine no es un libro de historia del que extraer conceptos, sino una forma de recrear la realidad para convertirla en pasatiempo, y en ese sentido el film es una misión coronada con el mayor de los triunfos, pues "La Gran Evasión" bien podría haberse titulado "El Gran Fracaso" debido a la magnitud de las bajas sufridas por los prisioneros en el transcurso de los tristes hechos reales.