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Voto de Chris Jiménez:
3
3,7
7.562
Ciencia ficción. Acción. Aventuras
En el año 2054 los viajes en el tiempo son una realidad. La patente de la nueva tecnología la tiene una empresa al frente de la cual está Charles Hatton (Ben Kingsley), que ha organizado safaris para cazar dinosaurios prehistóricos. Travis Ryan (Edward Burns), como jefe de la expedición, es el encargado de la seguridad de los viajeros. Sin embargo, jugar con el tiempo es muy peligroso y el más mínimo error puede tener consecuencias ... [+]
4 de febrero de 2023
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"Un pequeño error se multiplicará en 60 millones de años hasta alcanzar unas proporciones extraordinarias. Quizás nuestra teoría esté equivocada, quizás no podamos cambiar el tiempo [...] ¿Quién puede decir realmente que lo sabe?".
Poco después "cayó al suelo algo pequeño que podía destruir todos los equilibrios [...], a lo largo de los años, a través del tiempo...".
Era una mariposa, "brillante, verde y dorada, una mariposa preciosa...y muerta...". Para Ray Douglas Bradbury la etiqueta de ciencia-ficción no podía ser acuñada en sus cuentos, ya que lo consideraba una representación de una posible realidad; todo por tanto se escora del lado de la fantasía, y parece que ahí se ubica "A Sound of Thunder", un cuento de unas pocas páginas que en 1.953 acabaría incluido en su colección "The Golden Apples of the Sun", de obligada lectura para cualquier fan del autor y el género. Sin embargo, de darse la ocasión, el ser humano, responsable de la inmensa mayoría de desastres del Planeta, ¿no sería capaz de cambiar el tiempo?
¿De, como bien afirma en su relato por boca del metódico e iracundo guía Travis, "destruir una raza, un pueblo, toda una historia viviente"? Escalofriante reflexión finalizada con la muerte de esa mariposa, que le da la vuelta a todo sin que jamás se nos revele algo más salvo sutiles anomalías; eso querían hacer desde el seno de la no muy bien considerada Franchise Pictures, una de esas compañías cinematográficas cuya carrera parece estar marcada desde el principio. Tras superar el estrepitoso fracaso de "Campo de Batalla: La Tierra" y las secuelas que dejó en el público y la crítica de medio Mundo, vuelven a probar con la "sci-fi".
Desgraciadamente a través de una obra de Bradbury, uno de esos autores que un servidor considera (junto con K. Dick, Lovecraft, Poe, Welles o Gibson) jamás podrán ser llevados a la gran pantalla con toda la fidelidad y respeto que se merecen. Y viene a intentarlo Franchise, que retortijones produce sólo de pensarlo; por supuesto el proyecto, iniciado en 2.001 y con Renny Harlin y Pierce Brosnan a bordo, se gestó en el caos, a partir de un confuso guión que no pudo reescribirse por la Huelga de Guionistas de Hollywood, el abandono del protagonista, la muerte de uno de los productores y, más tarde, las inundaciones que afectaron al equipo y al plató cuando el rodaje se trasladó a la República Checa.
Todo ello ya bajo dirección de un estresado Peter Hyams que tampoco había tenido mucha suerte con su anterior película (la horrenda "El Mosquetero") y la situación tan pésima que vivirían en la compañía, acusados de fraude y encaminándose a la quiebra total. La sustitución de Harlin por Hyams puede no alterar el producto, pero tal vez sí la de Brosnan por Edward Burns, quien habrá de meterse en la piel del guía del "safari temporal" que acaparaba todo el protagonismo en el cuento original; y así empieza la película, a través de un agujero junto al grupo de expertos que lleva a adinerados clientes a una cacería millones años atrás.
Esta pequeña introducción es el cuento, sin embargo el Travis que yo imaginé con el físico de Rock Hudson y una asombrosa facilidad para hipnotizarme con su larga perorata filosófico-existencial no tienen cabida aquí, en un producto que poco nos hace falta para oler su aroma a pestilente serie "B" de principios del 2.000, la peor época para las películas de género. Finalizado esto un Ben Kingsley inusualmente divertido, cuya peluca blanca es lo único que reluce, nos recibe con los brazos abiertos; a partir de aquí todo es invención de los genios que escribieron el libreto (o tal vez fueron los productores quienes lo arruinaron, ni lo sé ni quiero saberlo...).
Hatton, Alicia, Payne, Derris, se nos presenta a todos estos personajes inútiles cuyas funciones son decir frases sin sentido o, más adelante, morir; pero la guinda la pone Catherine McCormack, estomagante, tediosa, chillona, llega con el síndrome de Lisa Simpson y pasa por encima de la película destrozándola, para luego vomitar a Travis, y a nosotros, toda la información posible acerca de quién es, qué hacía en la empresa de Hatton y un puñado de cosas más en menos de 30 segundos (...y bien sabemos que cuando aparece este personaje-tipo es debido a los agujeros del guión, que sirva de parche para rellenarlos a base de palabrería incoherente y pseudocientífica).
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Quizás Travis pudo volver, reestablecer el tiempo y salvar a la Humanidad, por desgracia ni el cineasta ni ninguno de nosotros puede hacer lo mismo para evitar la producción de tal desastre que es ante todo una afrenta a uno de los más grandes autores que han existido.
Esté donde esté, sr. Bradbury, espero pueda perdonarme por haberme acercado a esta bazofia...y eso que cuando la vi por primera vez, allá en mi preadolescencia, me resultó hasta simpática, fíjense...
Poco después "cayó al suelo algo pequeño que podía destruir todos los equilibrios [...], a lo largo de los años, a través del tiempo...".
Era una mariposa, "brillante, verde y dorada, una mariposa preciosa...y muerta...". Para Ray Douglas Bradbury la etiqueta de ciencia-ficción no podía ser acuñada en sus cuentos, ya que lo consideraba una representación de una posible realidad; todo por tanto se escora del lado de la fantasía, y parece que ahí se ubica "A Sound of Thunder", un cuento de unas pocas páginas que en 1.953 acabaría incluido en su colección "The Golden Apples of the Sun", de obligada lectura para cualquier fan del autor y el género. Sin embargo, de darse la ocasión, el ser humano, responsable de la inmensa mayoría de desastres del Planeta, ¿no sería capaz de cambiar el tiempo?
¿De, como bien afirma en su relato por boca del metódico e iracundo guía Travis, "destruir una raza, un pueblo, toda una historia viviente"? Escalofriante reflexión finalizada con la muerte de esa mariposa, que le da la vuelta a todo sin que jamás se nos revele algo más salvo sutiles anomalías; eso querían hacer desde el seno de la no muy bien considerada Franchise Pictures, una de esas compañías cinematográficas cuya carrera parece estar marcada desde el principio. Tras superar el estrepitoso fracaso de "Campo de Batalla: La Tierra" y las secuelas que dejó en el público y la crítica de medio Mundo, vuelven a probar con la "sci-fi".
Desgraciadamente a través de una obra de Bradbury, uno de esos autores que un servidor considera (junto con K. Dick, Lovecraft, Poe, Welles o Gibson) jamás podrán ser llevados a la gran pantalla con toda la fidelidad y respeto que se merecen. Y viene a intentarlo Franchise, que retortijones produce sólo de pensarlo; por supuesto el proyecto, iniciado en 2.001 y con Renny Harlin y Pierce Brosnan a bordo, se gestó en el caos, a partir de un confuso guión que no pudo reescribirse por la Huelga de Guionistas de Hollywood, el abandono del protagonista, la muerte de uno de los productores y, más tarde, las inundaciones que afectaron al equipo y al plató cuando el rodaje se trasladó a la República Checa.
Todo ello ya bajo dirección de un estresado Peter Hyams que tampoco había tenido mucha suerte con su anterior película (la horrenda "El Mosquetero") y la situación tan pésima que vivirían en la compañía, acusados de fraude y encaminándose a la quiebra total. La sustitución de Harlin por Hyams puede no alterar el producto, pero tal vez sí la de Brosnan por Edward Burns, quien habrá de meterse en la piel del guía del "safari temporal" que acaparaba todo el protagonismo en el cuento original; y así empieza la película, a través de un agujero junto al grupo de expertos que lleva a adinerados clientes a una cacería millones años atrás.
Esta pequeña introducción es el cuento, sin embargo el Travis que yo imaginé con el físico de Rock Hudson y una asombrosa facilidad para hipnotizarme con su larga perorata filosófico-existencial no tienen cabida aquí, en un producto que poco nos hace falta para oler su aroma a pestilente serie "B" de principios del 2.000, la peor época para las películas de género. Finalizado esto un Ben Kingsley inusualmente divertido, cuya peluca blanca es lo único que reluce, nos recibe con los brazos abiertos; a partir de aquí todo es invención de los genios que escribieron el libreto (o tal vez fueron los productores quienes lo arruinaron, ni lo sé ni quiero saberlo...).
Hatton, Alicia, Payne, Derris, se nos presenta a todos estos personajes inútiles cuyas funciones son decir frases sin sentido o, más adelante, morir; pero la guinda la pone Catherine McCormack, estomagante, tediosa, chillona, llega con el síndrome de Lisa Simpson y pasa por encima de la película destrozándola, para luego vomitar a Travis, y a nosotros, toda la información posible acerca de quién es, qué hacía en la empresa de Hatton y un puñado de cosas más en menos de 30 segundos (...y bien sabemos que cuando aparece este personaje-tipo es debido a los agujeros del guión, que sirva de parche para rellenarlos a base de palabrería incoherente y pseudocientífica).
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Quizás Travis pudo volver, reestablecer el tiempo y salvar a la Humanidad, por desgracia ni el cineasta ni ninguno de nosotros puede hacer lo mismo para evitar la producción de tal desastre que es ante todo una afrenta a uno de los más grandes autores que han existido.
Esté donde esté, sr. Bradbury, espero pueda perdonarme por haberme acercado a esta bazofia...y eso que cuando la vi por primera vez, allá en mi preadolescencia, me resultó hasta simpática, fíjense...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Puede ser esto lo peor que vamos a encontrarnos pero el film falla en su conjunto, lleno de personajes estereotipados, diálogos de vergüenza ajena, un ambiente frío y estéril y tópicos de conocido refrito de ciencia-ficción de principios del 2.000 (por no faltar no falta ni la computadora súperinteligente con voz de mujer con la que el protagonista bromea y flirtea sin razón).
Hyams hace lo imposible con este material y el presupuesto, que ni siquiera da para crear unos efectos visuales mínimamente decentes, teniendo que usar pantallas verdes y diseños más propios de un videojuego, llegando al nivel de una serie "B" baja y sucia (de película de Jim Wynorski o Fred Olen Ray, no se crean ustedes...).
Extendida la historia por cauces algo interesantes pero tópicos y enrevesados, llega el viaje que cambia todo, con el personaje de Eckles presente (ya lo estaba en el cuento)...y la poca credibilidad que sostenía con pinzas el guión termina de irse abajo cuando vemos aquello que Bradbury nos ocultó: el exterior, castigado con las inclemencias de un tiempo relativo por culpa del error humano. Y como el público al cual se destina esto debe ser deficiente mental, el guión se encarga de explicar lo inexplicable, de nuevo por medio de las palabras de Sonia (cuya boca habría que cerrar a base de clavos, a ver si así se calla de una maldita vez...).
Toda la poesía científica, la grandiosa prosa existencial, la profunda reflexión acerca del caos histórico de Bradbury expuesta por Travis se reduce a "olas temporales que son como las ondas que quedan en un estanque tras tirar una piedra", y así McCormack domina el argumento (¡hasta sabe el momento exacto en que van a pasar esas "olas"!) mientras el anterior es poco menos que un armario sin sentimientos ni nada interesante que decir. Esta frialdad, esta enorme desconexión de los personajes con la historia, contamina el desarrollo.
Embarcados en la búsqueda de un origen del desastre, el guía del safari y sus colegas, junto con Sonia (¿cómo iba a faltar ella?), van saltando de escenario en escenario igual que sucedería en un videojuego, con sus peligros y monstruos; simplemente algo les ocurre en un lugar, y al llegar al siguiente todo lo anterior es olvidado, incluyendo la muerte de cada integrante de su grupo (la de Payne, por cierto, rodeado de esos simios extrañamente evolucionados mientras sucumbe al delirio, es la mejor secuencia de toda la película). Ya ni las justificaciones, ni las hipótesis, ni las complicadas reflexiones son necesarias, sólo abstraerse en la frenética y descerebrada acción.
Hyams, por suerte, desde hace tres décadas ha sabido ofrecerla al espectador, y posee una habilidad innata para manejar el entretenimiento, aun con el material más horripilante en las manos (en comparación con "El Fin de los Días", "The Relic" o "TimeCop", otra con viajes absurdos, éste que nos ocupa es desde luego el peor de los títulos que jamás dirigió...); sufrirá estrés e insomnio, y saltará por encima de las incongruencias de una trama rellenándola con secuencias de acción, efectos de sumidero y actuaciones vomitivas para llevar la barrabasada de Franchise a buen puerto...
Sin conseguirlo, claro, porque durante el arduo proceso de posproducción se anuncia la bancarrota de la compañía, cuyos ejecutivos serán poco después llevados a un juicio en el que, a causa de sus turbias operaciones monetarias, desembolsarán más de 100 millones de dólares a otros tantos productores y accionistas.
No pueden ir las cosas peor cuando se anuncia el descalabro en taquilla (poco más de un millón recaudado de 30 empleados (y al principio iba a ser 80) ) y llegan las furiosas críticas. Así finalizará la carrera fílmica de una de las más catastróficas producciones del cine en el recién comenzado siglo XXI.
Hyams hace lo imposible con este material y el presupuesto, que ni siquiera da para crear unos efectos visuales mínimamente decentes, teniendo que usar pantallas verdes y diseños más propios de un videojuego, llegando al nivel de una serie "B" baja y sucia (de película de Jim Wynorski o Fred Olen Ray, no se crean ustedes...).
Extendida la historia por cauces algo interesantes pero tópicos y enrevesados, llega el viaje que cambia todo, con el personaje de Eckles presente (ya lo estaba en el cuento)...y la poca credibilidad que sostenía con pinzas el guión termina de irse abajo cuando vemos aquello que Bradbury nos ocultó: el exterior, castigado con las inclemencias de un tiempo relativo por culpa del error humano. Y como el público al cual se destina esto debe ser deficiente mental, el guión se encarga de explicar lo inexplicable, de nuevo por medio de las palabras de Sonia (cuya boca habría que cerrar a base de clavos, a ver si así se calla de una maldita vez...).
Toda la poesía científica, la grandiosa prosa existencial, la profunda reflexión acerca del caos histórico de Bradbury expuesta por Travis se reduce a "olas temporales que son como las ondas que quedan en un estanque tras tirar una piedra", y así McCormack domina el argumento (¡hasta sabe el momento exacto en que van a pasar esas "olas"!) mientras el anterior es poco menos que un armario sin sentimientos ni nada interesante que decir. Esta frialdad, esta enorme desconexión de los personajes con la historia, contamina el desarrollo.
Embarcados en la búsqueda de un origen del desastre, el guía del safari y sus colegas, junto con Sonia (¿cómo iba a faltar ella?), van saltando de escenario en escenario igual que sucedería en un videojuego, con sus peligros y monstruos; simplemente algo les ocurre en un lugar, y al llegar al siguiente todo lo anterior es olvidado, incluyendo la muerte de cada integrante de su grupo (la de Payne, por cierto, rodeado de esos simios extrañamente evolucionados mientras sucumbe al delirio, es la mejor secuencia de toda la película). Ya ni las justificaciones, ni las hipótesis, ni las complicadas reflexiones son necesarias, sólo abstraerse en la frenética y descerebrada acción.
Hyams, por suerte, desde hace tres décadas ha sabido ofrecerla al espectador, y posee una habilidad innata para manejar el entretenimiento, aun con el material más horripilante en las manos (en comparación con "El Fin de los Días", "The Relic" o "TimeCop", otra con viajes absurdos, éste que nos ocupa es desde luego el peor de los títulos que jamás dirigió...); sufrirá estrés e insomnio, y saltará por encima de las incongruencias de una trama rellenándola con secuencias de acción, efectos de sumidero y actuaciones vomitivas para llevar la barrabasada de Franchise a buen puerto...
Sin conseguirlo, claro, porque durante el arduo proceso de posproducción se anuncia la bancarrota de la compañía, cuyos ejecutivos serán poco después llevados a un juicio en el que, a causa de sus turbias operaciones monetarias, desembolsarán más de 100 millones de dólares a otros tantos productores y accionistas.
No pueden ir las cosas peor cuando se anuncia el descalabro en taquilla (poco más de un millón recaudado de 30 empleados (y al principio iba a ser 80) ) y llegan las furiosas críticas. Así finalizará la carrera fílmica de una de las más catastróficas producciones del cine en el recién comenzado siglo XXI.