Esta adaptación en clave de western da la emblemática película de Kurosawa se ha convertido en todo un clásico del cine. Quizás no sea para tanto. Al fin y al cabo se concibió como un proyecto de pretensiones sumamente comerciales.
Y es que el guión de Williams Roberts presenta demasiados altibajos, otorgando muy poca fuerza al desarrollo narrativo, esto lo deja para otros que intentan solventarlo, como el director Sturges (que de hecho tiene películas bastante superiores a ésta: Conspiración de silencio, La gran evasión, Duelo de titanes...) o el compositor de la BSO.

No obstante, si este western se ha quedado en la memoria colectiva del espectador de cine se debe más que probablemente a dos razones tan poderosas que equilibran la balanza:
1. El reparto, deslumbrante.
2. La banda sonora de Bernstein, inolvidable.