Reconozco la grandeza de Terry Gilliam, he visto casi todas sus películas y algunas atesoro entre lo mejor que he visto en mi vida, igual, siempre me pasa que se me hacen largas, como si estuvieran un poco excedidas de tiempo. Incluso Brazil, que es una indiscutible obra maestra. Hay que tomarlo como viene, es así. Un cine desbordante de imaginación, pero que hay que ver con tiempo, sin prisas. En este caso, tenemos una suerte de destilado de lo mejor del cine de aventuras, fantástico, épico, ciencia ficción, en su vertiente infantil juvenil.o como sea, sin renunciar a un costado oscuro, casi decadentista. Es un tipo raro, este Terry Gilliam, cuentos de hadas, humor cursi y, cuando menos te lo esperás, una cosa ahí, bastante sórdida. Todo eso y más. Un modo de hacer cine diferente, sobrevive la mirada plena de imaginación y sorpresa, lo artesanal, esta película parece un anime de acción en vivo, a los amantes del anime les gustaría, si le dieran oportunidad. El guion tiene varios agujeros y cuestiones que resultan absurdas, pero no hay que enroscarse, no es una película inteligente o para razonar, es una película para disfrutar con desenfado, retrotrayendo la imaginación a la infancia.