Había oído decir que esta película era la mejor de las, digamos, oníricas que había filmado ese genio americano que es David Lynch. La veo con interés y con mucho, muchísimo retraso. En principio, me tira un poco para atrás Pullman (decían que era el peor actor vivo hace unos años, pero hay que reconocerle que ha sabido envejecer muy bien ante las cámaras, mejorando sus papeles de los noventa). Desde luego, y sin dudarlo un segundo, me quedo con TERCIOPELO AZUL, muy, muy de lejos. Y con CORAZÓN SALVAJE, no tan lejos, pero si inalcanzable a esta enigmática, sí, magnética, por supuesto, y complicada historia de celos, amores ocultos, violencia y deseos malsanos. Todo muy Lynch, desde luego. A la altura de MULHOLLAND DRIVE, abusa de la confusión, busca epatar de forma tan evidente que a veces resulta grosera. Sí encaja perfectamente la maravillosa Patricia Arquette, pero el villano no está a la altura de maldad que logra el grandísimo e inolvidable Hoopper de la imprescindible y, esta sí, obra maestra que es TERCIOPELO AZUL, sin duda, en mi opinión, la cumbre de Lynch junto con la opuesta en todo menos en formidable EL HOMBRE ELEFANTE. En cualquier caso, larga vida a Lynch, aunque nos haga esforzarnos en cada película para entender qué narices está pasando y qué narices tenemos que captar de su cine.