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España España · Las Palmas de Gran Canaria
Voto de Arsenevich:
9
Drama. Romance Vittoria (Monica Vitti), tras una acalorada discusión, decide romper con su novio Riccardo (Francisco Rabal). Mientras disfruta de su libertad en compañía de su madre, conoce a Piero (Alain Delon), un joven y atractivo corredor de bolsa, un seductor arrogante con el que mantiene un apasionado romance. (FILMAFFINITY)
26 de diciembre de 2019
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchos piensan que el mensaje de Antonioni sobre la incomunicación humana no termina en el desasosegante y abrumador desenlace de esta película, sino en el siguiente film, «El desierto rojo». Muchos otros, en cambio, afirman que el tema de la incomunicación no abandonó ya nunca más la filmografía del director de Ferrara. Personalmente soy de los que opinan que «El eclipse» cierra no solo el tríptico sobre la incomunicación, sino también la segunda y más brillante etapa en la carrera del realizador, donde se puede apreciar al Antonioni más fértil, intelectualmente más profundo y estéticamente más sobresaliente.

«El eclipse» constituye un soberbio ensayo visual acerca de las costumbres contemporáneas, con el amor y su subsistencia fugaz como telón de fondo. La película se inicia con la escena de la ruptura entre Vittoria (otra vez Monica Vitti, convertida en musa absoluta del director) y Riccardo (Francisco Rabal). La escena, larga, lenta y cadenciosa, es un prodigio de la puesta en escena por el uso expresivo que Antonioni hace los objetos presentes en el apartamento, especialmente lámparas (lo que le permite jugar con las luces y las sombras) y artículos decorativos de diversa índole. El trasfondo de incomunicación e incomprensión queda ya patente desde el comienzo, pero también sus consecuencias, que irán fomentando un pozo de indiferencia en los sentimientos y en el confuso ánimo de Vittoria. El verdadero eclipse, la noción de obstrucción, se produce con la entrada en escena de Piero, interpretado por un magnífico Alain Delon. El personaje representa el paradigma del hombre de negocios moderno, desacomplejado, desaprensivo, desvergonzado y socialmente comprometido únicamente con su objetivo de conseguir el éxito a cualquier precio. A partir de entonces, Antonioni juega con los ánimos de los personajes cruzando sus caminos y permitiendo que el vínculo entre ambos decante la narración hacia un oscuro y peligroso destino: la nada más absoluta, sustentada por la indiferencia moral y espiritual que trastoca los sentimientos de los protagonistas.

La película cuenta con otra escena prodigiosa, ampliamente comentada, que es la de la bolsa de Roma, todo un emblema del cine de la época, y que simboliza quizá como ninguna otra el tema de la incomunicación. Porque la incomunicación no se da solamente cuando impera el silencio, sino también cuando no hay forma de que lo haya. El recorrido de Vittoria y Piero por el caserón, como una recreación de la adolescencia perdida, supone el momento de mayor liberación de la película, que en cualquier caso conducirá los senderos narrativos hacia uno de los finales más impactantes de la historia del cine europeo. Apenas merece la pena describirlo, porque las sensaciones que despierta solo las conoce quien haya estado ante esas imágenes y esos sonidos. La desolación, la desesperanza que es el resultado de la fugacidad de los sentimientos y del ineluctable y absolutamente devastador transcurso del tiempo, que todo lo entierra, lo erosiona y lo volatiliza, como a esa luz final antes del fundido en negro.

Antonioni cierra el tríptico con un claro mensaje de desaliento, evidenciando en su lenguaje cinematográfico mucho de lo que no se dice en el guion acerca de la caducidad y la insignificancia humanas, que parecen hacerse patente más que nunca.

Por último, mencionar que muy pocas veces el cine ha contemplado una belleza semejante a la que Monica Vitti exhibe en esta película.
Arsenevich
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