El Vuelo tiene uno de los mejores comienzos que recuerdo del cine de los últimos años. La primera escena nos muestra como es el protagonista en su esplendor de decadencia, arropado por los excesos, tras esa, tenemos 15 magníficos minutos de vuelo, en el que la tensión del despegue solo es superada por la tensión del aterrizaje. Un verdadero recital interpretativo de Denzel Washinton y de dirección por parte de Zemeckis, que tras muchos años, volvía a dirigir a personas reales.

Ahora bien, es cierto que mantener un nivel tan alto durante sus (probablemente excesivas) 2 horas y 15 minutos. Y es una pena, por que El Vuelo tiene a suficiente profundidad como para haberse convertido en una leyenda del cine. Pero el tradicionalismo hollywoodiense acaba por estropearlo.

Denzel Washinton interpreta Whip Whitaker, un magnífico piloto de aviones comerciales que se encuentra en un grave problema con un aparato que se precipita hacia una catástrofe, pero que mediante sus grandes capacidades como piloto es capaz de salvar la vida a casi un centenar de personas. Como cabía esperar un hombre así no tarda en convertirse en todo un héroe, pero una vida de tantos excesos tentará a su futuro y le acompañará durante la investigación del accidente como una sombra en un día soleado.

La trama gira alrededor de los intentos de Whip de sobreponerse a su alcoholismo mientras trata de salvar su culo demostrando que no pilotaba un avión estando borracho. Unos secundarios correctos refuerzan la gran interpretación de Denzel. Pero la sensación de comercialidad mediante la incursión de una trama amorosa con la inserción del personaje interpretado por la bellísima Kelly Reilly se siente vacío, la relación no termina de convencer y el personaje de Kelly no tiene la evolución y profundidad debida como para justificar su estancia en la película. Otro caso es la resolución de la película, que peca de edulcorada y un tanto irreal, en contra del carácter mostrado en las dos horas de cinta anterior.

El Vuelo intenta ser moralmente correcta en su trama amorosa y en su final, sin darse cuenta de que al haber prescindido de ese artificial amorío habría sido mucho más creíble el edulcorado final o viceversa.