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Voto de Luis Guillermo Cardona:
8
Drama. Romance En 1958, Stevens (Anthony Hopkins), un perfecto mayordomo, viaja por Inglaterra. Ahora trabaja para un millonario americano (Cristopher Reeve) que es el nuevo propietario de Darlington Hall, mansión que vivió su etapa de mayor esplendor veinte años antes, cuando su dueño, un aristócrata británico, reunía en su casa a los personajes más influyentes de los años 30, una época crucial para el futuro de Europa. Esta circunstancia permitió a ... [+]
30 de abril de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizás, porque vio en ella una inevitable asociación con su propio guion para “El sirviente” que, con gran éxito llevara al cine Joseph Losey, Harold Pinter fue el primero que se animó a escribir una adaptación de la novela “The remains of the day” que el japonés-inglés Kazuo Ishiguro, publicara en 1989. Pero, quizás porque así lo pensó o porque quería evitar que se hablara de esta asociación, Ishiguro rechazó lo escrito por Pinter diciendo que le sugería “Una pieza de teatro que está siendo partida en las tablas de la cocina” (1)

Nombrado Oficial de la orden del imperio británico, Ishiguro es un hombre agradecido con aquella nación que lo acogió desde que tenía cinco años, y los valores de aquella nación lucirán plenamente exaltados en su novela “Lo que queda del día”, al tratarse de un mayordomo cuya fidelidad al amo, lord Darlington, y a las normas, es tan profunda que puede superar cualquier inclinación personal, incluido el enamoramiento, porque, “la mujer amada”, hace parte del mismo empleo… Aunque, una segunda lectura asociada a la más libre, “El sirviente” de Pinter-Losey, permitiría presuponer una soterrada atracción homosexual por el amo y una gran admiración por el ama de llaves, pero que no llega hasta el amor.

Siendo objetivos, hemos de decir que, el director de “LO QUE QUEDA DEL DÍA”, James Ivory, no da ni una sola puntada en esta dirección, y su propósito apunta más a exaltar el rigor con el que, algunos hombres, asumen la lealtad y la tradición, llegando a convertirla en una suerte de tiranía contra sí mismos, pero de la cual se sienten orgullosos. Se habla aquí del honor inglés que, quizás ahora ya no se preserve tan alto, pero aún hay quienes lo siguen recordando con nostalgia y probablemente con reclamo.

Sin embargo, la manera como se resuelve el filme no consigue dejarnos ese sabor a decisión bien tomada y llega uno a sentir que, aquí y en Constantinopla, ciertas normas aplicadas con rigor, es más lo que maltratan que lo que edifican, porque, nunca “el premio” por ejercer una profesión con dignidad debería ser el aislamiento y la soledad.

Anthony Hopkins, resulta impecable en ese rol del mayordomo que no puede expresar lo que siente ni aún en los momentos más cruciales. Emma Thompson, es la víctima de un amor inconfesable en una sociedad donde el hombre debía tener siempre la iniciativa; y entre otros, Peter Vaughan es el padre-sirviente que, como el botones de “Der Letzte Mann” (F. W. Murnau, 1924) sentirá que su mundo se viene abajo cuando la vida tome para con él otras decisiones.

El filme está colmado de sutilezas, de sentimientos que pugnan por expresarse, palabras que se ansía decir pero no se dicen, miradas que transmiten lo que no se puede con palabras y actitudes que deniegan lo que mucho se desea. Y en una agradable ambientación, con una impecable fotografía y un clima marcadamente romántico, el filme tiene gusto a arte, aunque no nos deje, precisamente, con el corazón henchido.

(1) Kazuo Ishiguro, the art of fiction N° 196. Entrevista con Susannah Hunnewell. The Paris Review
Luis Guillermo Cardona
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