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Voto de Luis Guillermo Cardona:
8
Drama Siglo XIX. Adaptación de la famosa novela de Victor Hugo. Tras robar unas hogazas de pan para dárselas a unos niños hambrientos, Jean Valjean es perseguido por la justicia y encarcelado. Cuando sale de prisión, no sabe dónde ir, pues no confía en nadie; pero tiene la suerte de llegar a una ciudad, donde el bondadoso obispo Myriel le da cobijo y, además, lo salva de caer de nuevo en manos de la justicia. (FILMAFFINITY)
23 de octubre de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Un día tropezarás… y cuando ese momento llegue ¿serás justo?” –Se pregunta el oficial de policía, Emil Jabert, en un momento en que comienza a percibir la bondad y la generosidad que ha visto en aquel hombre al que ha perseguido obsesionadamente durante muchos años. Y se me ocurre añadir, a propósito de aquellos hombres y mujeres de ley que se exhiben implacables e inflexibles en la aplicación de castigo: Bien sé que quienes así actúan obedecen casi siempre a dos razones: Son personas que fueron víctimas de excesivo rigor (intolerancia) cuando eran niños o adolescentes por parte de padres, autoridades o maestros y ahora quieren vengarse con quien se ponga en su camino, o más comúnmente, son individuos (hombre o mujeres) que sienten que, luciendo una imagen de rigurosos justicieros, desviarán la mirada que, temen profundamente, pueda centrarse en sus propias faltas. Y a ellos les pregunto: ¿Cuándo sean ustedes los juzgados – y ya saben que lo serán- esperarán consideración y piedad del juez de turno o desearán que se les aplique la ley como ustedes la han aplicado?

Lo que hace inmortal a “Los miserables” de Victor Hugo y lo que le convierte en una de las novelas más grandiosas y aleccionadoras de la historia de la literatura, es la generosa, palpitante y acrisolada confrontación que consigue plasmar entre las razones de la ley y las motivaciones del amor. Con argumentos impecables, en palabra y acción, veremos las consecuencias que se derivan de una y otra actitud y cual es el efecto práctico que producen en los individuos y en la sociedad.

Es una historia que no deja indiferente a nadie, que nos obliga a tomar partido y que nos deja muy bien plantada una problemática con la que, a lo largo de la historia de la humanidad, se ha hecho mucho y profundo daño, pues ¡hay demasiados Jabert!, pero que, de tanto en tanto, también ha servido para que surja uno que otro Jean Valjean, con luces de esperanza y llevando muy en alto la bandera del amor y de la redención.

Ya ustedes deben haber oído el cuento del productor de cine que llegó con su equipo a rodar unos exteriores en París, y ante el ruego de la actriz protagonista de que les diese lugar para visitar el museo del Louvre, a regañadientes respondió: “Bueno, vayan, ¡pero los espero fuera en cinco minutos!”

El director, Richard Boleslawski, debe haber sufrido algo parecido ante los productores de la Fox, pues al realizar su brillante adaptación de “LOS MISERABLES”, en la cual reluce la magnífica puesta en escena, la sobria fotografía, las impecables actuaciones y su compromiso ferviente de transmitir el espíritu de aquella magna obra, sufrió entonces el latigazo de la ignorancia cuando alguien de seguro exclamó: “¡Hay que cortarla para que no dure más de hora y media. La gente se aburre cuando las películas son muy largas!” ¡¿Se imaginan un libro magistral, en el que no sobra ni un solo personaje, y con cerca de mil páginas, reducido a un filme de 108 minutos?!

Contra todo, y con magníficas actuaciones de Fredrich March, Charles Laughton y Cedric Hardwicke, creo que Richard Boleslawski ha logrado una de las mejores versiones que hayan podido hacerse de “LOS MISERABLES”.
Luis Guillermo Cardona
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