Esta es una película, que al menos en su título en castellano, no engaña a nadie. Tanto este, como el argumento y el desarrollo nos llevan sin lugar a dudas al telefilm de sobremesa. No obstante, su banda sonora con ecos de thriller noventero y su ubicación en la Bruselas de los años sesenta, le dan esa pátina de cine europeo que la diferencia del producto industrial americano. Su director se muestra hábil a la hora de jugar con el espectador, haciéndole dudar, escondiendo ases bajo su manga, a la manera como Alfred Hichcock, claro referente del film, sabía manipular las historias para que las emociones fueran cambiando y la intriga se resolviera en los últimos planos. Apoyándose en el trabajo de dos actrices entregadas a sus papeles, Olivier Masset-Depasse consigue extraer gotas de calidad de una historia no excesivamente original, utilizando los recursos de los que dispone con la suficiente habilidad para mantener el interés por un relato que nos resulta demasiado familiar. Sin llegar a deslumbrar en ningún momento, “Instinto maternal” se muestra como un producto honesto, que no se esfuerza en eludir los lugares comunes, pero que al mismo tiempo se presenta como un ejemplo, de agradecer, de concisión narrativa.

Lo mejor: lo perverso de su desenlace.

Lo peor: su alma de telefilm.