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Voto de Natxo Borràs:
6
Terror. Thriller El Cairo, 1949. Lankester Merrin ha abandonado el sacerdocio y malvive como puede gracias a su reputación como arqueólogo. Un coleccionista privado lo contrata para que robe una imagen sagrada de un templo cristiano recién descubierto en África Oriental. Cuando Merrin acude al lugar, descubre que los hechos inexplicables que rodean el hallazgo podrían tener un origen sobrenatural. (FILMAFFINITY)
17 de septiembre de 2013
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El Exorcista” (The Exorcist, 1973) de William Friedkin no solo fue una película que revolucionó el cine de terror si no que aportó al drama de la Fe su principal baza, además de someter al público como testigo de la desesperación de una madre (que interpretó Ellen Burstyn) hacia su hija adolescente, interpretada por la olvidada Linda Blair que con la complicidad de una cura con crisis de Fe y la presencia final de un exorcista que luchaba contra ese maligno espíritu poseedor del cuerpo de un frágil e inocente niña de doce años. La enigmática personalidad del personaje del exorcista Lancaster Merrin, magníficamente representada por Max Von Sydow, quedó cicatrizada en la mente de muchos espectadores para lo que dio ánimos a que se hiciera una continuación bastante a la deriva dirigida por John Boorman en 1977, y un “director´s cut” en 2000 con más sonido y truculencia amenizando original con el fin de atraer a nuevos y jóvenes espectadores.

Como franquicia prometía si se dejaba a un lado el plano “blockbusteriano” (algo que finalmente la Warner corroboró al artificiero Renny Harlin) pero que Schrader sabía tomarse bastante en serio teniendo en cuenta que es un cineasta que bien sabía aportar del conflicto espiritual entre lo humano y lo divino, tal como lo había demostrado en sus tareas de guionista en “La Última Tentación de Cristo” (The Last Temptation of Christ, 1988) de Martin Scorsese o como maestro de dilemas morales en sensacionales obras maestras que dirigió como “Posibilidad de Escape” (Light Sleeper, 1992) o “Aflicción” (1997).

Paul Schrader quería respetar en su proyecto inicial de una precuela que la Warner no tardó en apresurarse a censurar , arrebatándole un trabajo menospreciado y rechazado que aun no siendo un gran objeto de análisis y que queda por debajo de otras obsesiones schraderianas, gana en pulso al vomitivo espectáculo de Renny Harlin y que tomando un formato más televisivo gana en potencia dramática.
Natxo Borràs
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