Las metáforas y la sutileza son una combinación perfecta en In Fabric, uno de los filmes más poco convencionales de este año. Incluso puede ser hasta bizarra por ponerle un nombre. Ver In Fabric me recordó a ese cine de Dario Argento; por ese horror muy al estilo italiano de los 70, erotismo absurdo, maniquíes, "brujas", una dark Brienne de Tarth, y lo más genial un vestido asesino.

In Fabric es el cuarto largometraje del británico Peter Strickland, que su filmografia toma mucho del giallo como mencioné anteriormente y para prueba este nuevo largometraje.

La historia ocurre gran parte en un almacén que es liderado por un aquelarre de brujas (esto te lo dicen muy sutil) cuya principal arma de destrucción es un vestido que en la noche se convierte en asesino -ha leído usted bien-. Pobre los desafortunados que se crucen en el camino de tan única y hermosa pieza textil, y entre esos está una madre divorciada que desea volver a retomar su vida amorosa y sexual; y por otro lado de los desdichados es un pobre hombre reparador de lavadoras que está apuntó de casarse y esas serán las historias que sean los arcos con los que se cuente el relato.

In fabric ofrece tras ese punto de partida una sucesión de momentos surrealistas, a menudo puntuados por una desconcertantes variedad de imágenes y sonidos, que resultan hipnóticas y perturbadoras; pero hermosas y es donde juega la brillante fotografía con colores profundos de un rojo carmesí.

Por momentos el filme pretende meditar sobre nuestra obsesión consumista sin reparos como el ejemplo del final cuando dos mujeres se pelean y es una clara alegoría de cómo nos idiotizamos a la hora de consumir, pero la realidad que in fabric es una película demasiado bizarra como para tomarse a sí misma en serio a modo de crítica.