No tiene ni pies ni cabeza. En la primera parte se camufla pudiendo generar en el público cierta intriga por descubrir el sentido de lo que se presenta, pero poco a poco, hasta el final, las esperanzas se evaporan y uno comprueba que nos encontramos ante una genuina tomadura de pelo. El guión difícilmente puede ser más inverosímil y perezoso. La fotografía pivota entre lo mediocre y lo pretendidamente barroco. La música ni se nota ni se disfruta. Siendo además una película larga de 2h y 20 minutos que se hacen infinitos. Sin contar con lo mal actor que es David Bowie, no resultando creíble en ninguna escena.
Como bien indica el título, en la categoría de ‘película de culto’ hay de todo, porque entre otras cosas es una manera de llamar a aquellas películas que no son buenas por méritos propios pero que a la vez tienen un público que sin justificación las encumbran. Lo bueno que tiene es que para probar la paciencia de un amigo al que queramos gastar una broma pesada está muy bien.