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Voto de TOM REGAN:
10
7,5
2.111
Drama
Jacinto, un torero retirado que vive miserablemente con su sobrinito Pepote, recibe una carta en la que se le comunica que, según lo acordado, debe participar en una "charlotada" que se celebrará ese mismo día en Las Ventas. A Jacinto la carta le parece una broma de mal gusto, puesto que no ha firmado ningún contrato; pero, cuando está recogiendo colillas en los alrededores de la plaza, comprueba que su nombre figura en el cartel. (FILMAFFINITY) [+]
28 de noviembre de 2014
23 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
172/11(16/11/14) Joya fílmica, injustamente poco reconocida del hispano-húngaro Ladislao Vajda, una maravillosa cinta en la que con un ingenioso guión, con una idea simple, un pobre tipo tiene que conseguir un dinero en un día para por la noche ganar mucho más, se hace un fresco deprimente del Madrid de la década de los 50, y por ende de la sociedad española de la época, un microcosmos en el que se ve reflejado nuestro país, un lugar poblado de gente necesitada, en la indigencia, que trata de sobrevivir como puede, con picaresca, con delincuencia, con estafas, y siempre intentado mantener la dignidad, y es que la película intenta ser un canto a mantener la Dignidad en medio de las penurias y del patetismo. Ello con una estupenda construcción de situaciones, con unos personajes entrañables, con unos diálogos frescos y muy naturales, con una meritoria recreación de la capital, con unos actores en estado de gracia (Pablito calvo ganó el premio del público en el Festival Internacional de Cine de Berlín de 1956), y con un final que combina conmovedoramente la ternura, el orgullo y el cariño, en un relato que transpira enorme humanidad.
El escenario es el Madrid castizo de los años 50, allí sobreviven como pueden Jacinto (gran Antonio Vico), un alcohólico torero fracasado, y su sobrino de 8 años, Pepote (gran Pablito Calvo), un espabilado chaval, duermen en una choza en las afueras de la ciudad, obtienen dinero de lo que pueden, un día le llega una carta para que toree esa noche en una charlotada por 1500 pesetas, primero se indigna con mucho orgullo, el se considera un torero no un payaso, pero al final por la plata acepta, el problema es que le hacen falta 300 pesetas para el alquiler del traje de luces, iniciando una contrarreloj por conseguir el dinero, haciendo de lo que sea, incluso traspasando la línea de lo legal.
Partiendo de una historia de Andrés Laszlo, que también guioniza junto a José Santugini (“La torre de los siete jorobados” o “Un ángel pasó por Brooklyn”), Max Korner, Gian Luigi Rondi (“Un ángel pasó por Brooklyn”), y el propio realizador Vajda, construyen una narración cerrada de un día, en el que con engañoso tono de comedia esconde un relato sórdido de una sociedad que vive al límite, con sus miserias, necesidades, podredumbre moral, donde tras las ingeniosas dosis de humor se hayan amargas notas dramáticas, espejo de una España oprimida y pobre, exponiendo el costumbrismo de la época en medio del rastro madrileño, una subliminal crítica social a un país que deja desamparados a sus ciudadanos. Un film que con mordacidad toca temas como la dignidad, el orgullo, el fracaso vital, la esperanza, el alcoholismo como forma de evasión de los problemas, o el amor familiar. Vajda trufa su cinta de personajes pintorescos, bien definidos, truhanes, trileros, estafadores, falsificadores, músicos ambulantes, alquiladores de trajes de luces, cuidadores de trajes de luces, policías en comisaria decrépita, payasos de charlotadas, toreros acabados, hilando con todos un relato de tintes humanistas, que emite frescura carga de profundidad. Una obra con notorias influencias del neorrealismo italiano, recordando bastante a la cinta de Vittorio de Sica “Ladrón de bicicletas”, en su patetismo, y en la estructura de un hombre con niño, llevados al extremo por una ciudad “caníbal”. Me extraña la censura no retocara este film que proyecta una España tan pusilánime.
El film te atrapa desde su sugestivo inicio, un niño saliendo de una chabola por la mañana, jugando tiernamente con una noria de juguete, para después intentar conseguir leche para su tío, cuando la tiene llega a la choza, tropieza y se le cae la leche al suelo, y conocemos al tío Jacinto, un borrachín que apaga su fracaso en el toreo con el alcohol, un pinturero que en medio de la miseria intenta mantener el orgullo y la dignidad, en pocas pinceladas los protagonistas han sido presentados, brillante síntesis.
Antonio Vico está cumbre, hace una faena de dos orejas, rabo y salir por la puerta grande, su carisma traspasa la pantalla, su pose altiva, pañuelo al cuello, sus andares tiesos, su hablar, denotan que alguna vez fue alguien, brillante, emite autenticidad doliente. Pablito Calvo está extraordinario, encarna con una tremenda dulzura a un despierto y vivaraz chaval que siente un gran cariño y devoción por su tío, con una sonrisa que derrite al más duro corazón, sublime su inocencia, fue su segunda colaboración con el director tras “Marcelino pan y vino”. Por la historia pasan actores en papeles secundarios que aprovechan en flashes sus pocos minutos, gran brillantez de síntesis, tan buenos como Juan Calvo como el rentador de trajes, espléndido, Julio Sanjuán como el organillero, maravilloso, Miguel gila como el estafa-relojes, estupendo, el Imperial José Isbert como el vende-relojes, divertidísimo, el italiano Paolo Stoppa en el personaje del restaurador, notable, y más y más. Destacar la aparición de Luis Sánchez Polack “Tip”, en el rol de cuidador del traje, un espigado tipo que no dice una palabra.
La puesta en escena es excelente, con un sobresaliente recreación del Madrid cañí de los 50, gracias al gran trabajo del director artístico Antonio Simont (“Tarde de toros”, “Un ángel pasó por Brooklyn” o “La gran familia”), con un pusilánime extrarradio, su populoso rastrillo, el parque del Retiro, la Plaza mayor, los tascas madrileñas, y la plaza de toros, todo adornado por la bella fotografía de Heinrich Gärtner (“Marcelino pan y vino”, “El cebo” o “Un ángel pasó por Brooklyn”), de hermosa luminosidad por el día, pero cuando llega la noche adorna los fotogramas con toques expresionistas alemanes, emitiéndonos como el mundo aplasta al protagonista en las sombras, no en vano Gärtner provenía de este cine, era austriaco y judío, huyó a España tras el “advenimiento” nazi. (continua spoiler por falta de espacio)
El escenario es el Madrid castizo de los años 50, allí sobreviven como pueden Jacinto (gran Antonio Vico), un alcohólico torero fracasado, y su sobrino de 8 años, Pepote (gran Pablito Calvo), un espabilado chaval, duermen en una choza en las afueras de la ciudad, obtienen dinero de lo que pueden, un día le llega una carta para que toree esa noche en una charlotada por 1500 pesetas, primero se indigna con mucho orgullo, el se considera un torero no un payaso, pero al final por la plata acepta, el problema es que le hacen falta 300 pesetas para el alquiler del traje de luces, iniciando una contrarreloj por conseguir el dinero, haciendo de lo que sea, incluso traspasando la línea de lo legal.
Partiendo de una historia de Andrés Laszlo, que también guioniza junto a José Santugini (“La torre de los siete jorobados” o “Un ángel pasó por Brooklyn”), Max Korner, Gian Luigi Rondi (“Un ángel pasó por Brooklyn”), y el propio realizador Vajda, construyen una narración cerrada de un día, en el que con engañoso tono de comedia esconde un relato sórdido de una sociedad que vive al límite, con sus miserias, necesidades, podredumbre moral, donde tras las ingeniosas dosis de humor se hayan amargas notas dramáticas, espejo de una España oprimida y pobre, exponiendo el costumbrismo de la época en medio del rastro madrileño, una subliminal crítica social a un país que deja desamparados a sus ciudadanos. Un film que con mordacidad toca temas como la dignidad, el orgullo, el fracaso vital, la esperanza, el alcoholismo como forma de evasión de los problemas, o el amor familiar. Vajda trufa su cinta de personajes pintorescos, bien definidos, truhanes, trileros, estafadores, falsificadores, músicos ambulantes, alquiladores de trajes de luces, cuidadores de trajes de luces, policías en comisaria decrépita, payasos de charlotadas, toreros acabados, hilando con todos un relato de tintes humanistas, que emite frescura carga de profundidad. Una obra con notorias influencias del neorrealismo italiano, recordando bastante a la cinta de Vittorio de Sica “Ladrón de bicicletas”, en su patetismo, y en la estructura de un hombre con niño, llevados al extremo por una ciudad “caníbal”. Me extraña la censura no retocara este film que proyecta una España tan pusilánime.
El film te atrapa desde su sugestivo inicio, un niño saliendo de una chabola por la mañana, jugando tiernamente con una noria de juguete, para después intentar conseguir leche para su tío, cuando la tiene llega a la choza, tropieza y se le cae la leche al suelo, y conocemos al tío Jacinto, un borrachín que apaga su fracaso en el toreo con el alcohol, un pinturero que en medio de la miseria intenta mantener el orgullo y la dignidad, en pocas pinceladas los protagonistas han sido presentados, brillante síntesis.
Antonio Vico está cumbre, hace una faena de dos orejas, rabo y salir por la puerta grande, su carisma traspasa la pantalla, su pose altiva, pañuelo al cuello, sus andares tiesos, su hablar, denotan que alguna vez fue alguien, brillante, emite autenticidad doliente. Pablito Calvo está extraordinario, encarna con una tremenda dulzura a un despierto y vivaraz chaval que siente un gran cariño y devoción por su tío, con una sonrisa que derrite al más duro corazón, sublime su inocencia, fue su segunda colaboración con el director tras “Marcelino pan y vino”. Por la historia pasan actores en papeles secundarios que aprovechan en flashes sus pocos minutos, gran brillantez de síntesis, tan buenos como Juan Calvo como el rentador de trajes, espléndido, Julio Sanjuán como el organillero, maravilloso, Miguel gila como el estafa-relojes, estupendo, el Imperial José Isbert como el vende-relojes, divertidísimo, el italiano Paolo Stoppa en el personaje del restaurador, notable, y más y más. Destacar la aparición de Luis Sánchez Polack “Tip”, en el rol de cuidador del traje, un espigado tipo que no dice una palabra.
La puesta en escena es excelente, con un sobresaliente recreación del Madrid cañí de los 50, gracias al gran trabajo del director artístico Antonio Simont (“Tarde de toros”, “Un ángel pasó por Brooklyn” o “La gran familia”), con un pusilánime extrarradio, su populoso rastrillo, el parque del Retiro, la Plaza mayor, los tascas madrileñas, y la plaza de toros, todo adornado por la bella fotografía de Heinrich Gärtner (“Marcelino pan y vino”, “El cebo” o “Un ángel pasó por Brooklyn”), de hermosa luminosidad por el día, pero cuando llega la noche adorna los fotogramas con toques expresionistas alemanes, emitiéndonos como el mundo aplasta al protagonista en las sombras, no en vano Gärtner provenía de este cine, era austriaco y judío, huyó a España tras el “advenimiento” nazi. (continua spoiler por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La cinta está surcada por momentos recordables: El ya mencionado inicio; Las dos llamadas de teléfono que hace Jacinto al organizador de la charlotada, de cómo al principio saca el orgullo y la dignidad, pero al final sucumbe ante su precariedad económica; La venganza de pepote contra un arrogante niño con un minicoche de pedales, al que le echa agua de un camión de riego; El tramo en que Pepote está con el organillero, el organillero le hace al niño la promesa de una gran unión, y llega el elemento de la mosca, delirante; Cuando desesperado Jacinto decide meterse a vender relojes falsos, y aún en las peores condiciones alberga dignidad, y exige a Pepote no diga tiene hambre, es demasiado denigrante, debe decir que quiere horchata, hilarantemente tierno; El ardid del restaurador con las guías telefónicas para embaucar a un “primo”, con ayuda de un compinche; Cuando un policía detiene a Sánchez (Pepe Isbert) y le dice este que ya no vende relojes, momento en que suena la señal horaria de muchos relojes, el agente le abre la americana y tiene decenas de relojes falsos; El tramo en la comisaria, con la policía interrogando a Jacinto y luego a Pepote, y entretanto el interrogador dictando a un secretario todas las carencias de la comisaria; Y su Magno tramo final, Pepote y su insistencia hacen que le dejen el traje de luces, Pepote encuentra a Jacinto tirado en el suelo ebrio, consigue reponerlo y van a la charlotada, Jacinto toreando la vaquilla se viene arriba, se crece, rememora tiempos viejos, pero queda ridiculizado por los payasos, cuando intenta volver a torearla comienza a llover torrencialmente, la gente abandona la plaza de toros, vemos que en torno a Jacinto no cae agua, se abre el plano y el cuidador del traje sujeta sobre él un paraguas, el rostro de jacinto estña desolado, es la imagen de un perdedor, entonces sale fuera del recinto donde le espera Pepote que le dice a su tío que no ha podido verle torear, entonces Jacinto fantasea sobre cómo ha realizado una corrida de escándalo, Pepote le mira con orgullo y cariño, clavando el paraguas en un árbol a modo de estoque escenificando la actuación, terminando los dos contentos, un halito de esperanza en un océano de patetismo.
Como defectillo, decir que me gustaría saber del pasado de Jacinto y Pepote, si Jacinto fue alguna vez un gran torero, como parece, y si lo fue, como dilapidó lo que ganó, asimismo querría saber cómo llegó a hacerse cargo de su sobrino, que les ocurrió a los padres de este, es algo que se obvia, no entiendo porque en vez del tío no es el padre, que hubiera sido más estremecedor. Esta tara hace que de un 11 que se merecía la baje a un 10.
En conjunto extraordinaria cinta de corte costumbrista-humanista que me ha fascinado por su chispa y frescura, sin caer pese a lo fácil en el sentimentalismo maniqueo, sabe sortear esta fina línea para situarse por derecho propio entre las mejores películas realizadas en España. Fuerza y honor!!!
Como defectillo, decir que me gustaría saber del pasado de Jacinto y Pepote, si Jacinto fue alguna vez un gran torero, como parece, y si lo fue, como dilapidó lo que ganó, asimismo querría saber cómo llegó a hacerse cargo de su sobrino, que les ocurrió a los padres de este, es algo que se obvia, no entiendo porque en vez del tío no es el padre, que hubiera sido más estremecedor. Esta tara hace que de un 11 que se merecía la baje a un 10.
En conjunto extraordinaria cinta de corte costumbrista-humanista que me ha fascinado por su chispa y frescura, sin caer pese a lo fácil en el sentimentalismo maniqueo, sabe sortear esta fina línea para situarse por derecho propio entre las mejores películas realizadas en España. Fuerza y honor!!!