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Voto de TOM REGAN:
6
7,8
35.963
Drama
Un hombre camina por el desierto de Texas sin recordar quién es. Su hermano lo busca e intenta que recuerde cómo era su vida cuatro años antes, cuando abandonó a su mujer y a su hijo. A medida que va recuperando la memoria y se relaciona con personas de su pasado, se plantea la necesidad de rehacer su vida. (FILMAFFINITY)
7 de octubre de 2017
27 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
232/03(04/10/17) Sobrevalorado (desde mi modesta opinión) esta obra de culto de los 80 alabada por la crítica general. Película franco-alemana dirigida por Wim Wenders y rodada en inglés en USA, escrita por el dramaturgo Sam Shepard y LM Kit Carson tiene su núcleo en una historia de reencuentro, de redención personal, corriendo un halo de reflexión sobre la incomunicación (esto expresado en base a la mudez del tramo inicial del protagonista, los impersonales teléfonos y walky-talkies, el mecánico auto-banco, o los desnaturalizados diálogos en las cabinas peep-show)durante su (demasiado extenso) metraje, ello en un desarrollo road-movie partida en tres, el reencuentro del protagonista con su hermano, el reencuentro del protagonista con su hijo, y por último el reencuentro del protagonista con su amada. Se la ensalza (entre otras cosas) por captar el espíritu del medio oeste USA, queriendo hacer una alegoría de estos inmensos paisajes desérticos, la esterilidad de estos con la personalidad del protagonista, y sobre todo famosa por la música de guitarra de Ry Cooder, imprimiendo un halo de melancolía (manipulador por su fuerza) a cada secuencia en la que aparece. Pero a mí en su conjunto se me ha hecho más lenta que la visita de los suegros (o el video del viaje de unos amigos), una parsimonia a la hora de rodar que solo esconde el hecho de lo poco que cuenta, rellenar minutos contemplativos en los que ves crecer la hierba, un minutaje larguísimo (144 minutos) para un relato que daba para tanto, induciendo al espectador (o sea yo), al tedio. Una estructura argumental esquelética que se estira sin sentido alguno, y es que hay algunos buenos elementos que denotan músculo narrativo, pero están incrustados entre mucho michelín, entiendo se le debería haber hecho una buena liposucción (edición), para haber dado solidez y fluidez rítmica. El título hace referencia a un solar baldío ubicado en un pueblo llamado Paris (no hay escena alguna en el sitio, solo veremos del lugar una foto) perteneciente al estado de Texas y relacionado con los recuerdos del protagonista. En Festival de Cannes de 1984, ganó la Palma de Oro del jurado oficial, así como el Premio FIPRESCI y el Premio del Jurado Ecuménico. El elenco actoral es un buen aliciente, todos rayan a enorme altura dramática, son Harry Dean Stanton, Nastassja Kinski, Dean Stockwell, Aurore Clément, Bernhard Wicki y Hunter Carson (era el hijo del co-guionista LM Kit Carson, y accedió a actuar mientras estaba acompañado por su madre, Karen Black)
La trama se centra en un amnésico llamado Travis Henderson (Harry Dean Stanton) es recogido vagando sin rumbo en estado cuasi-catatónico por el desierto de Texas por el Dr. Ulmer (Bernhard Wicki), tras indagar el Dr. Se pone en contacto con su hermano Walt Henderson (Dean Stockwell) que vive en Los Ángeles para vaya a por él. Nos enteramos de que Travis fue abandonado por su mujer Jane (Nastassja Kinski) hace cuatro años, tiempo que lleva desaparecido, su hijo (LM Kit Carson) con tres años fue dejado en casa de Walt, y lleva todo este tiempo siendo cuidado por su tío y la esposa de esta, Anne (Aurore Clément).
El tramo inicial resulta cautivador por su poder de intrigar al espectador, por su magnetismo en que los del otro lado de la pantalla se sientan impelidos a querer saber que ha pasado para llegar a la situación que vemos, un tipo mudo con una gorra roja, demacrado, impulsado a caminar hacia ninguna parte por el desierto, nos enteramos está amnésico y lleva “missing” cuatro años, sin dar señales de vida, esto despierta el interés sobre los enigmas que habrá detrás de estos oscuros hechos, pero a medida que el misterio va resolviéndose la montaña parece haber parido un ratón, el ya manido desencuentro por desamor, todo se va desenvolviendo con demasiado buenismo, con incoherencias, con lagunas narrativas, y sobre todo (y lo peor) con mucha languidez. Entiendo su retrato sobre la incomunicación, sobre las barreras emocionales que nos autoimponemos, sobre la impersonalidad a la hora de hablarnos, poniendo por medio obstáculos que impiden nos lleguen de modo natural los sentimientos, que fluyan las emociones con naturalidad. Pero todo esto me llega demasiado denso para la simplicidad de lo que se narra, teniendo al final sensación que casi todo es un relleno, un pesado prólogo para la icónica escena climática en la cabina del pee-show nos enteramos de las motivaciones de unos y otros, escena emocionalmente intensa, muy bien expuesta, filmada con maestría, y con unos Nastassja y Harry en estado de gracia incisivo. Lo malo es que ha rodeado a este penetrante tramo de demasiados momentos plúmbeos, artificiosamente bellos, y encima con lo mucho que dura, deja muchos agujeros por rellenar. Y es que la historia es de enorme sencillez como para espesarla tanto, y es que lo que queda patente es la pedantería de su director que ante un argumento más simple que el mecanismo de un martillo decide adornarlo con extensas secuencias que alarga sin más sentido que querer demostrar que más minutos equivalen a más profundidad, y este (según mi híper-modesta) es una impostura fatua de directores con más ego que inteligencia narrativa. Al final se queda la cinta en un melodrama familiar manufacturado, sin frescura (excepto la ya mencionada escena climática), amoldado en una bonhomía forzada que al final se rebela como una especia de condescendencia nauseabunda a los malos tratos machistas.
La trama se centra en un amnésico llamado Travis Henderson (Harry Dean Stanton) es recogido vagando sin rumbo en estado cuasi-catatónico por el desierto de Texas por el Dr. Ulmer (Bernhard Wicki), tras indagar el Dr. Se pone en contacto con su hermano Walt Henderson (Dean Stockwell) que vive en Los Ángeles para vaya a por él. Nos enteramos de que Travis fue abandonado por su mujer Jane (Nastassja Kinski) hace cuatro años, tiempo que lleva desaparecido, su hijo (LM Kit Carson) con tres años fue dejado en casa de Walt, y lleva todo este tiempo siendo cuidado por su tío y la esposa de esta, Anne (Aurore Clément).
El tramo inicial resulta cautivador por su poder de intrigar al espectador, por su magnetismo en que los del otro lado de la pantalla se sientan impelidos a querer saber que ha pasado para llegar a la situación que vemos, un tipo mudo con una gorra roja, demacrado, impulsado a caminar hacia ninguna parte por el desierto, nos enteramos está amnésico y lleva “missing” cuatro años, sin dar señales de vida, esto despierta el interés sobre los enigmas que habrá detrás de estos oscuros hechos, pero a medida que el misterio va resolviéndose la montaña parece haber parido un ratón, el ya manido desencuentro por desamor, todo se va desenvolviendo con demasiado buenismo, con incoherencias, con lagunas narrativas, y sobre todo (y lo peor) con mucha languidez. Entiendo su retrato sobre la incomunicación, sobre las barreras emocionales que nos autoimponemos, sobre la impersonalidad a la hora de hablarnos, poniendo por medio obstáculos que impiden nos lleguen de modo natural los sentimientos, que fluyan las emociones con naturalidad. Pero todo esto me llega demasiado denso para la simplicidad de lo que se narra, teniendo al final sensación que casi todo es un relleno, un pesado prólogo para la icónica escena climática en la cabina del pee-show nos enteramos de las motivaciones de unos y otros, escena emocionalmente intensa, muy bien expuesta, filmada con maestría, y con unos Nastassja y Harry en estado de gracia incisivo. Lo malo es que ha rodeado a este penetrante tramo de demasiados momentos plúmbeos, artificiosamente bellos, y encima con lo mucho que dura, deja muchos agujeros por rellenar. Y es que la historia es de enorme sencillez como para espesarla tanto, y es que lo que queda patente es la pedantería de su director que ante un argumento más simple que el mecanismo de un martillo decide adornarlo con extensas secuencias que alarga sin más sentido que querer demostrar que más minutos equivalen a más profundidad, y este (según mi híper-modesta) es una impostura fatua de directores con más ego que inteligencia narrativa. Al final se queda la cinta en un melodrama familiar manufacturado, sin frescura (excepto la ya mencionada escena climática), amoldado en una bonhomía forzada que al final se rebela como una especia de condescendencia nauseabunda a los malos tratos machistas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Hay incoherencias metidas con calzador: Nada creíble que un pibón como Jane se interese por un tipo feucho, arrugado, mucho mayor que ella, sin ningún encanto, sin aparente ingenio, sin dinero, vago, machista, celoso, posesivo (una joya), chirría, y eso que Harry Dean Stanton lo hace de lujo; La evolución del personaje Travis resulta orgánicamente atropellada, no me es creíble su amnesia, que nunca sabremos de dónde le viene, ni a donde iba caminando por Texas, porque se le vuelve la memoria no lo sabremos, simplemente porque lo dice el guión, la relación que tiene con el hermano resulta de un, azucarado que me entran caries, ha estado cuidando del hijo cuatro años y ahora no tiene nada que reprocharle, a un tipo tan egoísta, que no es capaz ni de pensar en su hijo pequeño, lo dejo cuatro años sin importarme que sea de él, pero ahora pro que lo prescribe el guión me encariño con él, todo muy coherente (ataque de cinismo): Que destroza emocionalmente a la que ha hecho de madre cuatro años, pues que le importa un bledo (siendo educado); Que luego se encuentra con la esposa y tiene un encuentro con ella en la cabina peep-show, pues la dejo allí, ya irá otro día a verla, esto no tiene sentido alguno, por cierto dejar a su hijo de siete años en un callejón inhóspito que da un peep-show es de los más paternal (otro ataque de cinismo).
La puesta en escena se recrea en proyectar una América profunda llena de carreras concurridas y con casas en medio de la nada, lugares poco poblados, pueblos polvorientos, feistas, moteles deprimentes, como queriendo emitir un mundo mecanizado pero despersonalizado, incluso para reforzar esto hay un autobanco (JP Morgan Chase Bank-Houston-Texas), donde la relación cliente-cajero se hace exprés; Se rueda en California (Los Ángeles, El Valle San Fernando, San Bernardino, Four Corners, Desierto de Mojave, Burbank, …) y Texas (Big Bend National Park, Marathon, El Paso International Airport, Nordheim, Terlingua, Port Arthur, Fort Stockton, Galveston,…), todos estos lares realzados por la fotografía de Robby Müller (“Dead Man” o “Bailar en la oscuridad”), que crean algunas bonitas estampas del sudoeste USA. Pero por lo que ha pasado a la historia y por lo que perdurará el film, más allá de su relato de poca perduración en el subconsciente, es la excelsa música compuesta por el guitarrista Ry Cooder (“Pena de muerte” o “Retratos de una obsesión”), que reviste de unos sibaritas acordes de cuerdas de guitarra que retumban en nuestros oídos horas después de acabar, envolviendo en una honda nostalgia los fotogramas. Lástima que no estén sostenidos por un armazón enjuto.
Film de culto hinchado por el tiempo, llevado a niveles de culto exacerbado, y desmontado analizándolo medianamente, no se sostiene tanto halago. Fuerza y honor!!!
La puesta en escena se recrea en proyectar una América profunda llena de carreras concurridas y con casas en medio de la nada, lugares poco poblados, pueblos polvorientos, feistas, moteles deprimentes, como queriendo emitir un mundo mecanizado pero despersonalizado, incluso para reforzar esto hay un autobanco (JP Morgan Chase Bank-Houston-Texas), donde la relación cliente-cajero se hace exprés; Se rueda en California (Los Ángeles, El Valle San Fernando, San Bernardino, Four Corners, Desierto de Mojave, Burbank, …) y Texas (Big Bend National Park, Marathon, El Paso International Airport, Nordheim, Terlingua, Port Arthur, Fort Stockton, Galveston,…), todos estos lares realzados por la fotografía de Robby Müller (“Dead Man” o “Bailar en la oscuridad”), que crean algunas bonitas estampas del sudoeste USA. Pero por lo que ha pasado a la historia y por lo que perdurará el film, más allá de su relato de poca perduración en el subconsciente, es la excelsa música compuesta por el guitarrista Ry Cooder (“Pena de muerte” o “Retratos de una obsesión”), que reviste de unos sibaritas acordes de cuerdas de guitarra que retumban en nuestros oídos horas después de acabar, envolviendo en una honda nostalgia los fotogramas. Lástima que no estén sostenidos por un armazón enjuto.
Film de culto hinchado por el tiempo, llevado a niveles de culto exacerbado, y desmontado analizándolo medianamente, no se sostiene tanto halago. Fuerza y honor!!!